viernes, 30 de abril de 2010

Estar no estando


Me levanté de la cama. No era la mía. Me rodeaba el color blanco leche y el olor a esa especie de filtro higiénico y sano que los hospitales desprenden. Me sentía algo aturdido, pero bien. Incluso apoyé los pies en aquel suelo y caminé, yendo y volviendo en un radio de un metro.

Era sospechosamente sorprendente estar de repente allí, como si un intervalo de tiempo se hubiese escapado a mis sentidos impidiéndome ser consciente de por qué me acababa de despertar en una de aquellas horribles habitaciones decoradas con blancos y azules hipócritas, y mirando un horizonte de fábricas que se divisaba desde la ventana de la habitación, me pregunté por qué no me encontraba en mi casa, sentado en el sofá viendo la tele, preparando la cena o fumándome un cigarro en el balcón.

Quise comprender que algo me tenía que haber pasado, y rápidamente me desnudé para encontrarme alguna herida, cualquier huella de una operación, pero lo único que hallé fue la rugosidad de mi piel, si bien algo más paliducha de lo normal.¿Habría tenido entonces un ataque cardiaco? ¿ O una bajada de tensión? ¿ Me habría quedado dormido en el sofá de mi casa siendo todo aquello parte de un enigmático ssueño?

Por más que lo intentaba no entendía nada. Sin embargo, ello no ocultaba en absoluto la sensación enérgica que emanaba de cada por de mi piel. Tenía ganas de todo, y la luz del Sol, que se aparecía insinuante entre las cortinas, invitaba a mis sentidos a salir de esa habitación y caminar. Recordé en esos momentos el día en que mi hija nació.También el Sol salió vestido de gala aquella mañana para asistir al acontecimiento más importante de mi vida. Recordé cómo cogí a ese peluche de 3'2kg, y le dije mientras lo acercaba a los cristales de la ventana: "Mira mi amor, este es el mundo que te espera". Ella no abrió los ojos, sólo se limitó a mover dulcemente su cabecita. Incluso confié en que me mirara.

De repente, cuando mi sentido común andaba ya en la pérdida más laberíntica del embobamiento, me cercioré de un ruido provinente del pasillo. La puerta, entonces, se abrió despacio, lentísimamente, y la figura del doctor dio paso luego a la de mi esposa. Lloraba.Pasó a veinte centímetros de mí. No me miró. Se agachó a la altura de la cama,y pareció derrumbársele la vida.Su rostro devino una carcasa, un dique desbordado por su cima. Era más la sal que el líquido contenido en aquellas lágrimas, o eso parecía adivinarse de sus desgarradores gritos, de sus descoordinados gestos.

Fue en ese momento cuando otra figura entró a la habitación. Era mi hija. La vi dirigirse hacia mí y abrazarse a mis piernas, lugar más alto al que su lustro alcanzaba. Por sus ojeras, era notorio que había padecido un llanto prolongado. Con mis manos acaricié su cabellera rubia y sus hombros de juguete. Entonces una vocecita apagada como nunca nació de entre sus labios, formulando unas pocas palabras que acabaron de condenarme a la más angustiosa incomprensión: "Papá, mamá no me hace caso".La miré y exclamé algo de lo que mi memoria no se apropió. Después no pude más que acercarme a la cama sobre la cual mi mujer había caído desmayada y estaba siendo atendida. Vi mi cuerpo bajo el suyo, mis caídas manos junto a las suyas, mis ojos apagados. Ya veía los golpes en el rostro de ese cuerpo; ya veía la ropa rota, las piernas destrozadas, ya veía las máquinas que me habían intentado sujetar a la vida, porque ahora comprendía que había muerto.

- ¿Qué te pasa papá? ¿A tí tampoco te habla mamá?
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Imagen: Fantasma sereno, de Lorena Emmerich

martes, 20 de abril de 2010

Premio Certamen Literario de Vilassar de Mar 2010

ENTREVISTA CON UN SUICIDA


Por Jorge López Pérez.



1-
Mi nombre es Joaquín Soler, y soy periodista. Trabajo para la revista de publicación mensual Aquí y ahora, cuya función es plasmar los momentos extremos de la vida de personas al borde del abismo, en cualquiera de los sentidos. Una vez entrevisté a Alfonso Nosequemás, varón de treinta y cuatro años carcomido por un cáncer que le había destrozado toda la zona abdominal y cuya metástasis le impedía ya respirar por él mismo. Era una tarde de verano, y él me esperaba tumbado en la cama de su habitación en el Hospital Clínico de Barcelona. Ya no había nada que hacer por él, y su permiso a mi entrevista fue para él, con sus propias palabras, “como charlar largo y tendido con alguien por última vez en esta vida”, como me dijo al principio de nuestra conversación con cierto toque irónico. En efecto, a los cuatro días Alfonso Nosequemás falleció. Otra vez me dediqué al caso de Juana Antonia Canín, madre coraje encarcelada por envenenar a su hijo mayor después de ver repetidamente cómo éste abusaba de su hija pequeña. Los gruesos barrotes de metal que encarcelaban su cuerpo, me aseguró durante mi visita a la cárcel de Wad Ras, no eran tan rígidos y fuertes como la reja que presionaba su corazón por haber tenido que matar a su propio hijo. Aquella mujer quedó en libertad en el 2002, y hoy en día se la ve en las manifestaciones por la modificación de la ley del menor. Recientemente tuve que tratar con Bernarda Sacristán, mendiga chiflada que se dedicaba a introducir en los buzones de los vecinos de la Calle de la Feria de Albacete obsequios tales como impurezas caninas o porciones corporales de roedores (póngase como ejemplo la cola de una rata) . Mi jefe me envió a la ciudad manchega con una foto de susodicho personaje, a quien tuve la suerte de encontrarme –gracias a la ayuda de los vecinos afectados- en el parque de los Jardinillos, a las siete horas de una tarde de frío invierno. La mujer parecía simpática, y contestaba a las preguntas con total sinceridad, como si aquello que hacía fuera algo normal y corriente, como si fuera su deber hacerlo. Durante unas horas creí estar ante una heroína justiciera vecinal.

Hoy me enfrento a un nuevo reto; algo que algunos de mis compañeros, águilas cazadoras del morbo (de astucia no tan ágil como la de un servidor), han intentado en otros casos sin fortuna y que ahora queda en mis manos. Voy a entrevistar a Adolfo Saura, señor de cincuenta años, casado y con tres hijos, investigador madrileño, y que desde ayer por la tarde se encuentra sentado en el borde de la azotea de un edificio de doce plantas. Buen lector de nuestra revista mensual, ha exigido que yo en persona, y no otro, suba con él para hacerle compañía y hablar de lo que le sucede. No es un secuestrador que pueda exigir cosas a cambio de rehenes, pero tampoco puede decirse que nosotros hayamos aceptado la oferta forzosamente: a decir verdad, la satisfacción de ser el único periodista que ha entrevistado a un suicida me provoca un ansia indescriptible por que ese hombre acabe lanzándose de cabeza. Escabroso, ¿verdad?


2-
El avión ha llegado a Madrid hace una hora y media. Deberían imaginarse que lo poco que he dormido habrá sido mal, pero debo asegurarles que hacía tiempo que no dormía tan plácidamente. ¿Será el olor del triunfo un calmante?

Frente al edificio la muchedumbre mira hacia arriba, como si vieran algo, aunque la verdad es que no se ve nada. Por tanto, es de presuponer que en un estado de inconsciencia, aunque nunca lo quisieran admitir, están esperando a que ese hombre se tire. Probablemente cuando caiga se sorprenderán, y será entonces cuando el morboso inconsciente se rebaje ante la moral. Sin embargo, cuando lleguen a sus respectivos hogares, de nuevo esa subconsciencia revivirá para comentar con el prójimo con todo tipo de detalles y exageraciones lo sucedido.







Las fuerzas de seguridad han obligado a los vecinos del bloque que se abstengan de salir de sus hogares innecesariamente, por lo que no tengo problemas en llamar al ascensor y que éste acuda a mí con rapidez. Subo hasta la última planta, desde la cual tomo unas escaleras que me llevan a la azotea. La puerta está entornada, así que no necesito las llaves que me han facilitado.
Lo veo sentado, con las piernas flotando sobre una altura de doce pisos. Es un hombre grueso. Me pregunto si el choque de su cuerpo contra el suelo produciría un socavón.

3.
- Hola señor Saura.
El hombre gira el cuello para mirarme por detrás de su hombro derecho. Luego vuelve a perder su mirada en las pocas nubes que pueblan el cielo mañanero de hoy y me contesta:
- El famoso Joaquín Soler… Me pensaba que por una vez en tu vida se te iba a escapar una buena entrevista. –No le veo la cara, pero su tono irónico me hace imaginar una mueca sonriente del mismo calibre en su boca.-
- Bueno, pues como puede observar, no hay entrevista que se me escape de las manos. –Intento responderle con el mismo toque irónico-
- No te equivoques Soler, nada se te puede escapar de las manos, porque nada tienes en ellas. Si a caso, soy yo el que te tiene a ti en mis manos.

Quedo algo perplejo ante tal razonamiento, y me hacen falta tres segundos para autoconfirmarme que él tiene razón, pues él no tiene nada que perder, salvo, presuntamente, una vida que para nada le importa, o al menos eso parece. Yo, en cambio, tengo ante mí la oportunidad de convertirme en un periodista único. Sólo si ese hombre me lo permite.

- No se trata de quién tenga qué en sus manos. Quizás en este momento se trata de lo que cada uno necesita, ¿no? Usted, por la razón que sea, ha pedido que yo y sólo yo suba aquí. Así que usted, por algo, me necesita. Yo, a cambio de darle lo que quiere, voy a recibir de su parte una entrevista que, como profesional, me va a beneficiar.
El hombre coloca los pies en tierra firme y se gira totalmente. Por fin veo su rostro. Tiene rasgos bondadosos, casi de oso yogui, y lleva gafas finas de color verde oscuro.
- ¿Qué es lo que va a hacer que esta entrevista sea importante o morbosa?
Pienso durante un par de segundos para darle una respuesta que no sea demasiado hiriente. Hago tiempo caminando hacia él y sentándome a su lado.
- Pues, con todos mis respetos, sabrá que yo no estoy aquí para convencerle de que no se suicide. Así que lo impactante será que la entrevista va a producirse momentos antes del suicidio de una persona. –Después de contestarle, creo que he sido excesivamente directo. Sin embargo, tiene que saber que no estoy aquí para salvarlo e irme de copas con él. Si así fuera entonces mi trabajo ya no valdría nada. Lo único que importa ahora mismo es que dé a sus intenciones la encarnación que se merecen.-
- Adivino en tus ojos cierta ansia e impaciencia Soler. Estate tranquilo, sólo soy un hombre sentado a tu vera. Supongo que dudas sobre si finalmente la entrevista te servirá para algo o no, ¿verdad? No te preocupes hombre; estoy seguro de que sí. ¡Ah! ¡Y deja de llamarme de usted!
- Con mucho gusto, Adolfo. –Saco la grabadora del bolsillo y hago ver que la pongo en marcha (desde el primer saludo la máquina ya estaba en pleno funcionamiento) Veamos… ¿Qué te ha llevado a estar aquí, con un pie dentro y otro fuera de este mundo?
- El hecho de llegar a la conclusión de que da igual dónde estés, qué hagas o por qué. Siempre, aun en los mejores momentos de tu vida, estás con un pie dentro y otro pie fuera de este mundo. ¿Nunca has pensado en eso?
- La verdad es que no. Quizás las circunstancias en que mi vida ha transcurrido me han permitido levantarme cada mañana sin tener que pensar en ello.
Adolfo me mira de reojo y me dice:
- No estés tan seguro, Soler.

Me asombra el peso con el que deja caer esa frase lapidaria, y le pregunto:
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Pues quiero decir que, probablemente, aquellas circunstancias de las que hablas no sean más que una sarta de mentiras, un pajar a rebosar que esconde tu realidad. Sin conocerte demasiado podría jurar que siempre has vivido más fuera de este mundo que dentro. La gente lee lo que escribes, y busca información sobre ti; conoce al Joaquín Soler exitoso. Pero creo que tú no te conoces a ti mismo; no conoces tu yo. Creo que sólo sabes quién eres cuando memoras tu aparentemente limpia faceta profesional, mientras el resto de tu ser se pudre en el olvido con el que le has castigado. Sinceramente, yo no podría querer a alguien como tú, a pesar de tu evidente destreza periodística. ¿Qué piensas?

No sé cómo contestar a ese puzzle de suposiciones y opiniones. Me ha pillado por sorpresa.
- Mi trabajo es mi vida, Adolfo.
- ¿Lo ves? Eres de mi quinta, y aun crees que tu trabajo es tu vida. ¿Crees también que existe el ratoncito Pérez? Porque Soler, hay dos formas de ver esto: la primera es que en realidad pienses que sólo vives por y para tu trabajo. Por lo tanto, humanamente no vales más que una simple hormiga que se arriesga cada día a que la aplasten sin pensar en otra cosa que en su función como trabajadora de un hormiguero que ni tan si quiera le pertenece. La segunda forma sería comprender que tu trabajo es sólo una parte de tu vida, y que sin él aun te quedan dos tercios de tu existencia por los que luchar.



No puedo replicar. Son palabras de contundencia demasiada y cualquier contestación que formule será pobre al lado de éstas. Debo de aprovechar sus reflexiones. No puede verme cediendo.
- ¿Es eso lo que te pasó a ti? ¿Dejó de importarte todo por tu trabajo?

El hombre agita su cabeza, insinuando que no he entendido nada.
- Amigo, eso es lo que te está ocurriendo a ti. No crees que pueda haber algo más importante que tus entrevistas porque en tu ser, el lugar reservado para todas las demás cosas está vacío, oscuro, envejecido prematuramente. No entiendes a las personas, pero tampoco te interesa entenderlas ¿Por qué sino prefieres que alguien muera si con ello consigues tener tu entrevista, a que ese alguien sobreviva, aunque por una vez tu trabajo no sea beneficioso? ¿Cómo puedes argumentar desde la ética que quieras que un hombre se suicide? –Se toma un respiro-. Pero no te preocupes compañero, desgraciadamente no eres ninguna excepción hoy en día, lo cual no contribuye de todas formas a que tu vida sea menos repugnante.

Este maldito hombre no habla por hablar. Me está acorralando y soy yo quien pregunta, debo ser yo quien acorrala. Ni mi mirada ni mis movimientos pueden reflejar un ápice de la tremenda angustia que me corroe, porque entonces caería en su trampa. No puedo darle ese gusto a él, ni a mí el de seguir los consejos que un pequeño demonio me susurra desde la parte siniestra de mi cuerpo sobre cómo empujarlo sin que se dé cuenta. Le miro a los ojos y pronuncio algunas palabras empujadas por la desesperación del no saber reaccionar.
- Adolfo, te estás equivocando conmigo. Si creías que yo sería el reflejo de lo que tú sientes y que juntos podríamos consolarnos el uno al otro, estás errado. El que yo quiera que mi trabajo me salga bien no me hace ser repugnante –joder, sí, sí lo soy. ¡Cámbiale de tema Joaquín!- Por cierto, dime: ¿Qué piensas tú de la muerte? ¿Has cavilado sobre qué le espera al funámbulo al otro lado de la línea cuando no hay redes por debajo?
- ¡Pues claro! No llegas a esta situación sin haber reflexionado sobre la vida y sobre la muerte. No sé qué diría Shakespeare en mi lugar, o su Hamlet, pero yo creo que todo se acaba, todo se gasta. Todo muere con el tiempo. Incluso el tiempo muere con el propio tiempo.

Parece un hombre inteligente. Sabe lo que dice.
- ¿Y la muerte? ¿Muere la muerte? –Le pregunto-.
- No lo sé… Supongo que la muerte de la muerte equivaldría a la propia vida. Sería como aquel “negativo más negativo equivale a positivo” que se aplica en las matemáticas.
- Sería una pena que la muerte muriera… Tú no podrías consumar tu suicidio, y yo no tendría lo que quiero.

El hombre se ríe, atraído por el humor negro de mi reflexión, y dice:
- Compañero, no sólo yo no podría suicidarme, sino que tus fantasmas estarían vivos. ¡Pasarías mucho miedo! – Vuelve a reírse, pero a mí no me hace nada de gracia- En fin… La muerte que muere es una máxima que sólo puede pertenecer al mundo de las cavilaciones sin sentido. Es como hablar de la vida que resucita, o de la muerte que resucita. La primera no lo puede hacer porque su esencia es la propia vivencia. Es decir, pura lógica. Y la segunda tampoco, porque un elemento que no vive, no puede revivir. Es decir, pura y natural ciencia flagelada históricamente por los mitos, leyendas y religiones.
- No obstante, la resurrección es un término que abarca algo tan antiguo, probablemente, como la reflexión de nuestro más primitivo antepasado. ¿Cómo lo explicas?

Se espera dos segundos y me contesta:
- Creo que sería muy fácil explicar por qué nació la idea de que podía existir lo que nosotros llamamos resurrección: la fe. No lo sería tanto, sin embargo, explicar por qué ni de la vida ni de la muerte se puede resucitar, salvando la pequeña reflexión que antes te he explicado y que cualquier persona puede alcanzar. La vida es vida, y por tanto no puede existir en la muerte. La muerte acaba con la vida, pero no la transforma en vida muerta; éste simplemente desaparece. El cadáver es del muerto, y no del vivo. No hay cadáver de un elemento con vida. –Para un momento y me repasa con sus ojos- Aunque hayan vivos que parezcan muertos…

No sé cómo contestar a eso, de manera que intento insinuar con un cambio de orientación en la entrevista que sus palabras han pasado del sonido de su voz a la ignorancia de todo aquello que no me interesa.
- Adolfo, ¿cuántos años hace que estás casado?
Adolfo se frota las manos mirándoselas, y me contesta:
- Catorce años. Antes había estado casado con la madre de mi hijo mayor.
- ¿Y has sido feliz en tus matrimonios? ¿Te ha faltado probar algo que nunca hayas podido probar? Es decir: ¿Te has sentido satisfecho sentimentalmente como persona, en todos los aspectos y significados que esta palabra comporta? –La segunda es una pregunta comprometida, lo sé. Hay dos preguntas suavizantes que harán que el hombre no se ofenda, y que con algo de suerte, habrán servido de vaselina para que lo subliminal entre sin hacer daño-.
- Te contestaré rápido y sencillo: no, no soy un gay frustrado. –Vaya… Quizás hubiese hecho falta más vaselina…-. Y por otro, si hubiera tenido todo el dinero que tú atesoras, me hubiese hecho ilusión hacer el amor con mi primera mujer en un yate que vimos una vez en unas vacaciones por la Costa del Sol. También me hubiese gustado bañar a mi actual mujer con el sabor del champán que, tengo entendido según una entrevista pedante que ofreciste al Night Show, tú bebes cada noche mientras lees, y luego tirarla al jacuzzi y tener relaciones entre las burbujas con las que tú debes bañarte siempre que quieres.

¿Me tiene envidia? ¿Es por eso por lo que ha querido que esté yo aquí? Mis labios están secos, y aquella paciencia que me los humedecía se ha esfumado. Labios… Ojala mis copas de champán hubieran tenido la compañía de otros labios que hablaran con voces diferentes a las que pongo a los protagonistas de mis libros y a los fantasmas de mi imaginación.
- Bueno, Adolfo, en ese aspecto quizás yo he tenido algo de suerte, pero…
- ¿Suerte? ¡En absoluto! –Sus palabras contienen gran indignación, pero a la vez gran sentimiento de triunfo. No parece un hombre a las puertas del suicidio- ¿Dónde está la suerte en una vida donde la soledad es el único estado que te rodea, siendo también el único estado del que no quisieras estar rodeado? ¿Qué gracia crees que comprende el éxito en una persona que no lo puede compartir con nadie? ¿Qué eres tú en una cama de tres metros de ancho, o en una casa de cuatrocientos metros cuadrados? ¿No has soñado nunca en donar toda tu fortuna a cambio de que un ente divino, o el destino, o el elemento supranatural que sea, te condeciera la oportunidad de tener a alguien con quien compartir todo sin necesidad de retribuir sus servicios? ¿Nunca te has dado cuenta de que, teniendo todo el patrimonio que tienes, no pareces ser feliz?

Las palabras que retenía guardadas en mi interior se acaban de esfumar, y en su lugar hay ahora un silencio sepulcral, como aquel silencio que tanto odio cuando abro la puerta de casa. No sé qué debo decir. No me conoce de nada, pero ha tenido suficiente con unos minutos para desgajar (o desquebrajar) todo mi interior, para encontrar palabras que describieran quién soy y quién no soy y lanzármelas a la cara, ponérmelas donde nunca nadie me las había puesto, ni tan siquiera yo mismo.
- Y tú que tienes muchas más cosas de las que dices que yo tengo, ¿por qué estás aquí, dispuesto a perderlas? –le pregunto-.
- No es que esté dispuesto a perderlas; sólo pensaba que todos saldrían ganando. No era realmente mi deseo hacer lo que estoy haciendo, pero llegué a la conclusión de que así sería mejor ¿Y tú? ¿Por qué estás tú aquí? ¿Por qué un hombre que sabe que no va a conseguir nada con esta entrevista no se ha levantado aun y se ha ido?

Me aterra decir lo que pienso, y contesto con ambigüedad:
- No lo sé…
Él realiza un gesto de intolerancia, y dice:
- Sí lo sabes, pero te asusta hablar. Te dan miedo demasiadas cosas. Odias el fracaso, y siempre prefieres no dar la cara. Prefieres seguir aquí haciendo ver que todo va bien a bajar y decirle a tu jefe que no lo has conseguido, que se te ha escapado la entrevista, que era demasiado difícil para ti. Has vivido así durante toda tu vida profesional, Soler, y es por eso que dices no saber por qué estás aquí todavía. Dudo, de la misma manera, que sepas quién eres.

Nunca me habían hecho dudar sobre mi existencia. Cuando alguien me había preguntado quién soy en otras circunstancias yo siempre había contestado bromeando “un intento de periodista”. Pero este hombre lo tiene todo muy claro. Él ya sabe que soy periodista, entrevistador, buscador de historias particulares y rocambolescas. Pero no me está preguntando por ese Joaquín Soler, sino por aquél que se pone la tele en la cama hasta que se duerme, o que intenta estar en contacto a todas horas con alguien, o que alquila prostitutas por toda una noche para sentir el calor de alguien en la cama. Se refiere a aquel que odia la soledad y el silencio, y que sin embargo vive con ellos por temor a plantar cara a sus problemas. Me sudan las manos, y advierto un ligero temblor en las piernas. Noto la garganta paralizada, como si fuera a romperse en mil pedazos, e intento contestarle con tono bajo, para que no lo note.
- Mi vida se basa en buscar a gente que tenga problemas. Cuento a los lectores esos problemas, para que nadie sospeche de los míos propios. De todas formas, no creo que alguien se preocupara por ellos.
- ¿Lo ves? Otra vida impecable por fuera y podrida por dentro.
“¿De qué vas, engreído?” Pienso. Pero no se lo digo, porque de alguna forma, es la primera persona que escucha mis preocupaciones. Yo siempre me he lucrado con los problemas ajenos, pero no me he preocupado por ellos.
- Soler, compañero, mira al vacío. ¿Qué ves?



Inclino mi cabeza hacia delante. Desde la parte superior de un edificio de doce plantas es difícil ver algo claro. Ahora mismo todo está roto. Ahora mismo ya no sé qué hago aquí.
- Veo eso, un vacío. Un vacío infinito. ¿Qué viste tú cuando subiste decidido a tirarte?
- También vi un vacío enorme. Pero el vacío era físico. Nunca he dejado de tener en mi mente a mis hijos, a mi mujer, los fines de semana en el campo con mis padres, las fiestas con los amigos… - Para un momento y se roza los labios con los dedos de la mano derecha- ¿Sabes? Te tengo que agradecer que vinieras. En realidad te hice llamar porque estaba seguro de que mis últimas palabras serían para ti. Pero me has demostrado que hay gente mucho más desgraciada que yo, y que no me merezco una misa de suicidas. –Espera tres segundos y sigue- Amigo, estoy agotado. Tengo que bajar. ¿Y tú?

Esa pregunta me ha golpeado en la cabeza como una vara de metal, y no por su dureza, sino por la incerteza de la respuesta. Estoy desubicado, y desde hace unos minutos no sé qué hago aquí viendo todo desde arriba, como siempre he hecho, creyéndome un dios. Nunca he tenido claro lo que soy, pero ahora sé quién no soy. Me quedo callado, porque prefiero no contestar. ¡Mierda! ¿Y por qué no contestar? ¡Joder, Joaquín, responde por una puta vez en tu vida a algo! Ya basta de camuflarte…

- Sí… Yo también voy a bajar. Pero necesito estar a solas un rato, si me permites.
Me mira, me ofrece su mano para despedirse, y me dice con un tono irónico:
- Si esa es tu última voluntad…

4.
Escucho las sirenas. Veo a la gente agolpada abajo, como hormiguitas. Distingo algún cochee de policía y una ambulancia. Ahora oigo el sonido de los coches, y distingo las luces de la calle. El viento se nota más desde esta altura, aunque es en este instante cuando por primera vez siento su fuerte golpe en la cara. Cuando Adolfo está apunto de entrar al interior del edificio, se gira, y me dice:
- Si tú no tienes a nadie es porque nunca lo has querido. Nunca te has querido a ti mismo, y no has permitido que te quieran.

Tiene razón. Tenía demasiado miedo para quererme.

El hombre sigue ahí, quizás esperando mis últimas palabras como yo esperaba las suyas antes de su suicidio.

Hacía tiempo que no lloraba, pero mi filtro sentimental ha sufrido un colapso y ha dejado escapar un par de lágrimas. Se me pasan por la cabeza mil y una cosas, pero no acierto a recordar ninguna con claridad. Veo difuminado aquel día en que estuve con una profesora de universidad que se había enamorado de un joven de primer curso y éste la denunció por acoso, o cuando me enviaron a entrevistar a una señoritinga que había salido de la mendicidad gracias a su historia de amor con un duque en Sevilla a quien calentaba la alcoba en las noches de ausencia de la señora (tres o cuatro noches semanales) a cambio de mil euros por noche, o cuando me cité con un señor que decía tener relaciones sexuales con el espíritu de su amante de la adolescencia.
Lo miro. Me parece un ser ya muy lejano a mí.
- ¿Crees que cuando choque contra el suelo moriré en el acto? – Le pregunto-
- No lo sé. Supongo que sí. – Sus ojos están clavados en mí.-
- ¿No vas a decirme nada?
- Amigo, no estoy aquí para convencerte de que no te suicides. Te suena la frase, ¿verdad? – Me dice con un toque irónico-
Sí, claro que me suena.
- ¿Y crees que alguien se acordará de mí después de esto?
- Eres tú quien está ocupando mi espacio en ese borde de la azotea. Yo te recordaré. Tus lectores… No creo que tarden en olvidarte. No sufras por ellos.

Parece un hombre totalmente distinto al que me he encontrado unas horas antes. Yo sigo ahí sentado.
- Espero que allá donde vayas encuentres a tu verdadero yo. Aunque no estaría mal si desde allí arriba haces alguna entrevista que otra… -Sonríe, y se va-.


5.
Da igual quién seas, qué hagas, y por qué. Siempre tienes un pie dentro y otro pie fuera de este mundo. A veces actúas con razones y teniendo en cuenta las consecuencias, y a veces actúas porque sí. A simple vista parecería que existe una inmensa diferencia entre una opción y otra, pero cuando todo se ve desde encima de una doceava planta adviertes que puedes haber hecho mucho para llegar a nada, o puedes no haber hecho nada y llegar a mucho. Uno no decide cómo le van a ir las cosas. Pero sí decide cómo hacerlas, y ello repercutirá en el resultado final.

Mi nombre es Joaquín Soler, y soy periodista. Hasta hoy he trabajado para la revista de publicación mensual Aquí y ahora, cuya función es plasmar los momentos extremos de la vida de personas al borde del abismo, en cualquiera de los sentidos. Hoy he venido a Madrid con la intención de entrevistar a alguien que estaba al borde del abismo, sin apercibir que quien estaba al borde de ese abismo era yo. Y nadie me ha empujado a estarlo, salvo mi propia decisión de cómo quería que fuera mi vida. Como bien he dicho, uno no decide cómo le van a ir las cosas, pero sí decide cómo quiere hacerlas. ¿El resultado final? Preguntádselo mejor a los ojos que me esperan allí abajo. Me llevaría la grabadora conmigo, pero a riesgo de que esta mi última grabación quede inaudible, permito que se quede mirando como me alejo de ella para siempre.


Un saludo desde Aquí y ahora.
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Primera imagen: Caída al abismo, Trinidad Romero Blanco.
Segunda imagen: Abismo, Manuel L. Acosta.
Tercera imagen:Waiting, Yoana Zabala.
Cuarta imagen: Rascacielos, Marta Velasco Martorell.
Quinta imagen: Mientras duermo, Eduardo Samuel Cárdenas Martínez.
Sexta imagen: Caída libre, Marcos Voet.

lunes, 19 de abril de 2010

LA custodia compartida. En el principio del camino de baldosas amarillas. (Última parte)

Última parte.

Por Jorge López Pérez.


Estudios diversos sobre los efectos de la custodia compartida.

Son muchos los estudios realizados a los largo de los últimos veinticinco años sobre cómo afecta a un niñ@ la separación de sus padres y la pérdida de un progenitor en el día a día. Y la mayoría llegan a la misma conclusión: l@s niñ@s que disfrutan de una custodia compartida se adaptan a las circunstancias posteriores al divorcio mejor que l@s niñ@s de familias con custodia individual.

De los estudios realizados en otros países, y de las experiencias vividas y la información obtenida, la mayoría de investigaciones asegura que la autoridad coparental no sólo comporta mayoritariamente beneficios para l@s hij@s, sino, por supuesto, también para los progenitores. Las siguientes son algunas de las ventajas que se obtienen:

- Para l@s hij@s:
· Se adaptan mejor a su entorno.
· Rinden más en la escuela.
· Están más satisfechos con la distribución del tiempo de convivencia con sus padres.
· Su autoestima no se ve dañada.
· Se produce menos sentimiento de culpabilidad.
· Tiene mejor relación con ambos progenitores.
· Muestra menos problemas psíquicos o síntomas de estrés psicosomático.
· No se producen efectos tan negativos cuando los progenitores rehacen sus vidas (nuevas parejas, nuevos hermanos, etc).
· Hay menos probabilidad de que incube una personalidad agresiva.

- Para los progenitores:
· Hay menos conflictos entre progenitores, y más cooperación.
· Están más satisfechos con la relación con sus hij@s.
· Tiende menos a adoptar un comportamiento amargo con l@s hij@s, menos castigos, etc.
· Recurren menos a la presión psicológica y a la culpabilización del otro progenitor.
· Mayor cumplimiento de pagos económicos.



Como es obvio, todo esto no son datos aleatorios, sino que es simplemente una recolecta de las conclusiones a las que se ha llegado gracias a estudios como los siguientes:


Robert Bauserman (AIDS Administration/Department of Health and Mental Higiene, USA). Chile adjustment in Joint-Custody versus Sole-Custody Arrangements: A Meta-Analytic Review [Adaptación del niños en regímenes de custodia conjunta y de custodia exclusiva: metaanálisis] Marzo de 2002.
Se analizan aquí treinta y tres estudios en que se compara la adaptación de l@s niñ@s. Se llega a la conclusión de que l@s niñ@s bajo custodia compartida están mejor adaptados que l@s niñ@s en régimen de custodia exclusiva. Además, los progenitores tienen menores niveles de conflictividad en sus relaciones.

Joan B. Nelly: Children’s adjustment in conflicted marriage and divorce. A decade review of research [Adaptación de los hijos en matrimonios y divorcios conflictivos. Análisis de un decenio de investigaciones]. 2002.
Análisis de las investigaciones emprendidas durante la década de 1990 respecto de los efectos del divorcio en la adaptación de l@s niñ@s. En relación con la custodia y el régimen de visitas, señala que la actitud de la madre determina sustancialmente la eficacia de la participación paterna tras el divorcio. La custodia conjunta da lugar a mejores resultados en el desarrollo del niñ@, en general. Los hijos de divorciados que mantienen contacto asiduo con su padre obtienen mejores resultados escolares.

M.R. Patrician. The effects of legal child-custody status on persuasión strategy choices and communication goals of fathers [ Efectos del régimen jurídico de custodia en las estrategias de persuasión y las metas de comunicación de los padres]
En este estudio se interroga a 90 padres varones sobre la forma en que el desigual reconocimiento de los derechos del padre y de la madre podría favorecer los conflictos. Se consideró que la custodia compartida fomentaba la cooperación entre ambos progenitores y frenaba los comportamientos egoístas, mientras que la custodia exclusiva favorecía las estrategias de persuasión basadas en el castigo.

V. Shiller. Joint and Maternal Custody: The outcome for boys aged 6-11 and their parents.[Custodia conjunta y custodia materna: resultados para niños de 6 a 11 años y sus padres].
En el estudio se compara a 20 niñ@s en situación de custodia compartida con otros 20 en situación de custodia exclusiva materna. Se constató que l@s niñ@s en un entorno de custodia compartida estaban mejor adaptados que l@s niñ2s bajo custodia exclusiva.

Buchanan, C., Maccoby, y Dornbusch: Adolescents After Divorce [Los adolescentes tras el divorcio]. Harvard University Press,1996.
Estudio de 517 familias con niñ@s de edades comprendidas entre 10,5 y 18 años, que abarcó un período de cuatro años y medio. Se evaluaron los siguientes indicadores: depresión, anomalías, esfuerzo escolar y calificaciones escolares. Se constató que l@s niñ@s en regímenes de custodia compartida física estaban mejor adaptados en relación con esos indicadores que l@s niñ@s bajo custodia exclusiva.

Algo que demuestra que la sociedad española aun tiene mucho trabajo por hacer es el sencillo hecho de que se encuentran pocos estudios y pocas estadísticas oficiales que arrojen luz sobre los beneficios que supondría (o que ha supuesto) la custodia compartida. Sólo algunas asociaciones de padres y madres divorciados y de lucha a favor de la igualdad han reproducido en estadísticas encuestas hechas por ellos a padres, madres y niñ@s.

Será quizás porque en el Estado español aun es demasiado pronto para realizar estudios fiables, o quizás porque estudios oficiales contundentes aun darían más que hablar sobre la dudosa eficacia del Código Civil Español y de la Ley del Divorcio sobre la custodia compartida.

Lo que sí es cierto e innegable es que, actualmente, sólo nos queda acudir a estudios realizados en otros Estados para dar fe de los efectos beneficiosos de la autoridad coparental.

Últimas reflexiones.


La autoridad coparental constituye un pálpito igualitario en nuestra sociedad, y eso es indiscutible. Los Estados en que ésta ha quedado inserta como elemento preferente en lo que se refiere a las modalidades de custodia no han tardado en obtener resultados positivos en todos los aspectos, incluso en algunos imperceptibles a simple vista. Así, se ha ayudado a una mejor relación entre los padres separados, y entre éstos con sus hij@s. También se ha ayudado a la creación de un mejor clima para el hij@, que antes veía como irremediablemente debía despedirse de un papá de casa para dar la bienvenida a un padre de fuera, mientras que con un sistema coparental puede disfrutar de ambos progenitores, tanto temporal como afectivamente, en términos más igualitarios.




En los lugares donde predomina la custodia compartida se ha comprobado que l@s hij@s sufren menos, tienen y crean menos problemas y su nivel escolar no baja, en comparación con l@s hij@s de padres separados y cuya custodia recae sobre un solo progenitor, cuyas vidas quedan muchas veces resentidas por los conflictos familiares, las presiones de sus padres hacia él, etc.

Y no sólo eso, sino que estudios realizados en Estados Unidos desde 1989 hasta 1995 demostraron que en aquellos estados estadounidenses donde existía un alto nivel de custodia compartida la tasa de separaciones y divorcios iba reduciéndose año tras año. Eso significaba que la custodia exclusiva, al favorecer desproporcionadamente a uno de los progenitores (normalmente la madre), constituía un aliciente para que ese progenitor pidiera el divorcio en situaciones que quizás podrían resolverse de otra forma menos conflictiva. Por lo tanto, la custodia compartida, junto a otras figuras como la del progenitor más generoso, ayudan gratamente a que por fin l@s menores no sean utilizados como instrumentos con los que amenazar o coaccionar al otro progenitor.

Pero con independencia de lo positivo que sería para nuestro Estado la absorción de todos esos elementos que aun no tenemos (o que tenemos con insuficiencia), los hombres debemos hacer una pequeña reflexión, y es que el cambio de las leyes no sirve de nada si no se acompaña con el cambio de la sociedad, y en este último aspecto el camino es largo y empinado, y parece que aun no alcancemos ni si quiera la mitad.


No es difícil deducir los orígenes de esta situación que hoy creemos injusta: la relación del hombre y la mujer siempre ha estado basada, en lo que a funciones se refiere, en una clara división en la que el hombre ejercía funciones profesionales, activas, poderosas, sociales, mientras que a la mujer se le atribuía la función pasiva, hogareña. Ha sido siempre la madre quien ha cocinado para el hijo, quien lo ha vestido y quien lo ha llevado al médico. Ha sido siempre ella quien ha sabido qué falta en casa, quien ha planchado y quien se ha quedado en casa con los niños y los abuelos mientras el padre bajaba al bar a tomar algo. Pero no sólo eso, sino que hoy en día, con la inserción de la mujer al trabajo, sigue siendo ella mayoritariamente quien sigue realizando todas esas tareas. Y perdóneme el lector si a caso pareciera que le hablo de tiempos lejanos. Y perdóneme aun más si ahora le sorprendo y le digo que en realidad le hablo de la actualidad. Pero es que, desde mi posición de hombre joven, me resulta imposible pensar que un juez pueda darle la custodia a un hombre que ni si quiera sabe limpiar platos (que por supuesto, los sigue habiendo, y muchos).


Por eso, redundo, el cambio no sólo debe plantearse desde la legalidad, sino desde el interior de cada hombre. Con ello no sería ni si quiera necesario proponer leyes igualitarias, pues ello sería un hecho que el legislador ya tendría en cuenta por naturaleza.

Pero por desgracia, aun se ve largo este camino de baldosas amarillas…

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Primera imagen: Los sentidos de la separación, Antón Iglesias Fernández.
Segunda imagen: Separación: reparto de ganancias, de Francisca Ros Nicolas.
Tercera imagen: Maternidad, de Carmen García Soler.
Cuarta imagen: Padre e hijo, Begoña Seoane Naveira

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BIBLIOGRAFÍA

Libros y artículos.






A. Rodríguez, Tayli. Custodia compartida: una alternativa que apuesta por la no disolución de la familia.
Salberg, Beatriz. Los niños no se divorcian. 1996.
Asociación para la Defensa de los Padres Separados de Madrid. Propuesta de modificación de la Ley 15/2005 del Divorcio por la custodia compartida automática. 2006.
Álvarez, Javier y Marañón Rafael. Asociación de Padres de Familia Separados, Federación Andaluza de Padres y Madres Separados. Informe Reencuentro sobre la custodia compartida, reencuentro de padres e hijos separados por una ley obsoleta y parcial. 2002.
Padres y Madres en Acción. La custodia compartida en el mundo civilizado.
Espinosa Calabuig, R., Custodia y visita de menores en el espacio judicial europeo, Marcial Pons, 2007.
Asociación de Ayuda a Hijos de Progenitores Separados. Los beneficios de la custodia compartida.
Ibáñez-Valverde, Vicente J. El laberinto de la custodia compartida. Claroscuros de un solo nombre con varios significados.
APFS Baleares (Asociación de Padres de Familia Separados). Los menores tras las rupturas matrimoniales y de pareja. La guarda y custodia compartida.






Legislación.






http://www.noticias.juridicas.es/
Código Civil Español.
Código de Familia de Cataluña.
Proyecto de ley por el que se aprueba el Libro II del Código Civil de Cataluña.
Código de los Niños y los Padres (Suecia)
Ley de Custodia Compartida italiana (Legge sull’ affidamento condiviso).
Ley de Custodia Compartida brasileña.
Ley sobre la Autoridad Parental francesa.

Jurisprudencia.






Sentencia del Juzgado de Violencia contra la Mujer de Barcelona nº 111/2007.
Sentencia Audiencia Provincial de Barcelona nº 1002/2005.
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña nº 31/2008.
Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña nº 29/2008.
Sentencia del Tribunal Supremo nº 623/2009.
Sentencia del Tribunal Constitucional nº 4/2001.
Sentencia del Tribunal Constitucional nº 8/2005.
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos nº 72/1999.
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos nº 152/2000.
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos nº29/2008.
Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos 31/2008.





viernes, 16 de abril de 2010

LA custodia compartida. En el principio del camino de baldosas amarillas. (Segunda parte)

Segunda Parte

Por Jorge López Pérez




El llamado “principio del progenitor más generoso” y las ventajas de la incorporación de esta figura.


La figura del progenitor más generoso es una figura inexistente en nuestra legislación, pero que podría ser de mucha ayuda dados los buenos resultados que ha obtenido en las legislaciones estadounidenses más progresistas, actuando como método de presión para que los padres lleguen a un acuerdo, o incluso como compensación para el progenitor más flexible.

Como ya hemos venido diciendo, la relación entre los progenitores como padres de sus hij@s debería ser una relación de socios parentales, en base a la cual ambos progenitores plasmaran unos acuerdos de corresponsabilidad parental. Sin embargo, el hecho de que cada vez más se intente que la autoridad coparental, o como nosotros la llamamos, custodia compartida, fluya preferentemente tanto en el papel escrito (leyes y jurisprudencia) como en la mentalidad de la sociedad, no debe darnos a entender que sólo puede existir ese tipo de custodia. Repito: la custodia compartida debería de ser la preferencia general, pero no el único tipo de custodia, como tampoco es único el interés del menor. En muchos casos la custodia exclusiva de uno de los progenitores será la mejor opción para el interés del menor (Segolène Royal: “valorar la residencia alterna no es hacer de ella una panacea ni una obligación, ni se pretende culpar a las parejas que no recurran a esa modalidad”).


Así pues, podemos decir que una política progresista en el ámbito de la custodia también se basa en aplicar a la custodia exclusiva elementos que permitan igualar la posición de la madre y del padre, evitando que uno de los dos se vea discriminado y perjudicado. Para ello, algunos Estados de los Estados Unidos utilizan la figura del progenitor más generoso, según el cual, en los casos en que se haya de otorgar la custodia exclusiva, sea un factor decisivo para su asignación a uno de los progenitores la capacidad que cada uno muestre frente al otro de favorecer el contacto afectivo, espacial y continuo del niño con el otro progenitor. ¿Podría el lector imaginarse qué sucedería si esta figura se aplicara en nuestro Estado? ¿Qué progenitor solicitaría al juez que el otro progenitor sólo pudiera estar con su hij@ cuatro días al mes? Más bien podríamos asegurar dos cosas:
- En primer lugar, descendería el número de progenitores (a día de hoy mayoritariamente madres) que utilizan a sus hij@s como arma en los procesos de separación.
- En segundo lugar, aquellos progenitores que solicitaran la custodia exclusiva serían aconsejados probablemente (por sus abogados, mediadores y jueces) para ofrecer flexibilidad en la relación del hij@ con el otro progenitor y evitar el desarraigo afectivo. Es decir, se les sugeriría ser “generosos” para conseguir lo que solicitaran. Por tanto, ya no estaríamos en una lucha por probar que el otro progenitor tiene menos condiciones para obtener la custodia (lucha de tez egoísta y avariciosa), sino en la lucha por demostrar quien va a poner menos obstáculos en la relación del hijo con su otro progenitor.

Este es uno de los elementos que nos hace advertir el largo camino que a la legislación española en general le queda por recorrer en materia de coparentalidad y de igualdad entre una madre y un padre frente a los intereses de l@s hij@s.

¿ Cuál es la situación en el Estado español?

La custodia compartida fue introducida en la legislación española con la Ley 15/2005, de 8 de julio, que reformaba el Código Civil Español y la Ley de Enjuiciamiento Civil en lo referente a la separación y al divorcio. Pero su introducción fue bastante discreta, pues ésta sólo puede aplicarse en dos casos:
- Cuando ambos progenitores lo solicitan en la propuesta de convenio regulador o lo acuerdan en el transcurso del procedimiento de separación o divorcio y el juez no ve perjuicio alguno en el interés del hij@. (92.5 Código Civil Español)
- Cuando, a pesar de que no hay acuerdo entre progenitores, uno de ellos la solicita, el Ministerio Fiscal emite informe a favor, y el juez la aprueba. (92.8 Código Civil Español)

Por tanto, la introducción de la llamada custodia compartida se efectúa como un elemento excepcional, lo que no permite una fácil presentación de ésta a la sociedad española, porque, entre otras cosas, y como luego veremos, la mayoría de juzgados y tribunales no otorgan esta custodia excepto si hay mutuo acuerdo entre progenitores. Es decir, teniendo en cuenta que en muchas ocasiones hay ausencia de acuerdos respecto a una custodia en concreto, el juez suele decantarse por la custodia exclusiva. De hecho, el art. 92.5 del Código Civil Español dice que la guarda y custodia compartida se da cuando se propone en el convenio regulador o cuando, pese a no existir tal, se llegue a un acuerdo durante el procedimiento de separación o divorcio. Y también el art. 92.8 del Código Civil Español establece que excepcionalmente, aun cuando no se de ninguno de los supuestos descritos justo antes, el Juez, a instancia de una de las partes y con informe favorable del Ministerio Fiscal, podrá acordar la guarda y custodia compartida cuando éste sea el único camino por el que no se dañe a l@s hij@s.

Por tanto, y teniendo en cuenta todo lo explicado anteriormente, es fácil advertir que la custodia compartida es una excepción en todos los sentidos: en la legalidad y en las estadísticas. Es una excepción legal porque un juez no puede determinarla si no hay al menos una de las partes que lo pida y el Ministerio Fiscal no está de acuerdo. Y es una excepción en las estadísticas porque, en primer lugar, no demasiados progenitores solicitan la custodia compartida, y en segundo lugar, porque cuando uno de ellos la solicita, el juez suele rechazarla por falta de acuerdo entre partes o porque el Fiscal no muestra su consentimiento. Y todo esto suele tener como consecuencia que sea a la madre a quien se le otorgue la custodia de los hijos, dejando al padre como figura secundaria. (Datos del Instituto Nacional de Estadística, en 2007, sólo en el 9% de las rupturas de pareja se dictaminó custodia compartida, y casi en el 90% de los casos se otorgó la custodia a la madre) .




Por tanto, es imprescindible realizar cambios en la legislación española, cambios que propulsen a la custodia compartida desde el rincón de la excepción hacia la opción ordinaria y primera cuando se den casos de separación entre cónyuges, tal y como está ocurriendo en Cataluña, o como ya ocurrió en Francia, Italia, etc. Debe favorecerse la custodia compartida, haciéndola rígida incluso frente a los convenios reguladores donde los padres pacten otro tipo de custodia sin una justificación seria, pues prima el interés del menor, y dicho interés pasa por tener una relación con ambos progenitores. Ello significa que debería existir una legislación mediante la cual el juez, con la ley en la mano, debiera otorgar preferentemente la custodia compartida a excepción de que existieran o hubieren existido hechos que, en caso de darse dicho tipo de custodia, produjesen inevitablemente un daño en los derechos del niñ@ (violencia de género, etc). Y sobretodo, cualquier medida que impusiera obstáculos a la relación entre uno de los progenitores y el hij@, debería estar seriamente motivada jurídicamente, y esa motivación debería basarse en el impedimento de un mal cierto, o la mejor realización de su beneficio e interés.

Por otro lado, es adecuado pronunciarse aquí sobre la situación que se pretende introducir en el derecho autonómico catalán con el proyecto por el que se aprueba el Libro II del Código Civil de Cataluña relativo a la Persona y a la Familia, proyecto que en un futuro sustituirá al actual Código de Familia de Cataluña. En la parte que nos interesa de este proyecto, que es lo concerniente a la guarda y custodia de l@s hij@s con motivo de separación, divorcio o nulidad matrimonial, queda inserto algo novedoso, que es la necesidad de que los padres propongan dentro del proceso de separación, de forma conjunta o separada, el plan de parentalidad al que en este mismo artículo hemos hecho referencia, donde se concretarán los acuerdos relativos al cuidado, educación, custodia, visitas, alimentos, respecto a l@s hij@s. Como no podría ser de otro modo, se dará prevalencia a aquello que pacten los padres si no perjudica al niño. Sino, será el juez quien decida.

Pero el cambio no sólo radica en el llamado plan de parentalidad (233-10 del proyecto) separado y diferenciado del convenio regulador, sino que se extiende a algo que es mucho más importante, pues es la esencia del cambio producido en relación a la guarda y custodia. Y es que se intenta encarrilar la legislación por el camino que lleva hacia la custodia compartida, hacia el cuidado y responsabilidad de ambos progenitores. Se quiere eliminar las dinámicas de ganadores y perdedores en el proceso, favoreciendo la colaboración entre padres y/o madres. Por tanto, se apuesta por una responsabilidad parental compartida, aunque siempre teniendo en cuenta los intereses del niñ@.

Otro cambio importante es el del uso de la vivienda familiar. Se atribuye el hogar preferentemente al cónyuge que ha obtenido la custodia en caso de que no se haya decidido una custodia compartida, pero en el proyecto se da importancia a la valoración de las circunstancias en concreto. Eso quiere decir que hay más flexibilidad, y que si por ejemplo el cónyuge que no tiene la custodia de l@s hij@s se encuentra en una posición desfavorecida, se le puede conceder el derecho a la vivienda familiar, siempre que quien tenga la custodia tenga medios suficientes. Además, suponiendo que la vivienda familiar sea en todo o en parte propiedad del progenitor no autorizado para vivir en ella, se tendrá en cuenta en la fijación de alimentos a l@s hij@s (se presupondrá que la cesión de su propiedad es equivalente o reduce la cuantía que debe pagar como pensión por alimentos).


Haciendo una pequeña reflexión, que más adelante desarrollaré, no puede negarse lo beneficioso de este tipo de reformas, pero aun así, no debemos dar por hecho que con esta reforma va a haber un gran cambio si la sociedad no cambia. Tradicionalmente la relación hombre-mujer se ha basado en el reparto de tareas según el tipo de sexo al que el cónyuge pertenecía. Ello significa que en familias tradicionales donde la madre ha sido ama de casa y el padre no se ha dedicado nunca al cuidado de l@s hij@s (salvo el económico) es difícil que el juez decrete una custodia compartida si la madre insiste en la falta de capacidad del padre. Sin embargo, esto ya no depende tanto de la ley como del propio cambio de los hombres, que bien seguro sería beneficioso para l@s hij@s (que podrían disfrutar de una custodia compartida) y para los propios padres, a quienes no se les vetaría la posibilidad de convivir con sus descendientes. Un hombre atento al aspecto hogareño y sentimental en su vida, y no sólo al aspecto social, profesional y económico, no reportaría más que beneficios en este caso.


¿Y qué dicen los jueces?






Como ya he señalado en el apartado anterior, el hecho de que se produzcan cambios legislativos que permitan una mayor igualdad para ambos progenitores en cuanto a la autoridad coparental es algo positivo, pero no determinante. Y no es determinante porque aunque la legislación española haya introducido la custodia compartida (aunque sea como excepción), al igual que quiere hacerse en Cataluña, el juez es quien aprueba o rechaza la solicitud de los progenitores que reclaman custodia compartida. Y normalmente suelen haber más rechazos que aprobaciones. ¿Y por qué? ¿En que se basan para denegar la custodia compartida?




Básicamente el motivo principal es que para que la custodia compartida sea adecuada, deben existir ciertas condiciones cuya esencia se forja en una comunidad entre padre y madre, ya no como ex miembros de una pareja, sino como progenitores. Se requiere que haya determinada comunicación, flexibilidad, acuerdo, comprensión. Y por lo general, todo ello se mantiene ausente en el procedimiento de separación. Todo lo que se requiere, en opinión de los jueces, para otorgar la custodia compartida en interés del menor, queda parapetado por los conflictos entre la pareja o matrimonio en proceso de separación o divorcio. No suele haber afinidad ni flexibilidad, y la responsabilidad queda extraviada a mitad de camino entre el hij@ y la separación donde no hay acuerdo.

Por ello, a modo de ejemplo, la Audiencia Provincial de Asturias ha denegado casi todas las solicitudes de custodia compartida, alegando que ésta podría suponer “cierta distorsión en lo que deberían ser sus hábitos rutinarios en actividades tales como el juego con sus amigos o sus relaciones sociales, actividades éstas que cobran mayor importancias al tratarse de menores de edad con una personalidad en proceso de formación”. También hay otros casos en que se deniega la custodia compartida porque al no existir acuerdo entre progenitores, lo mejor para el hij@ es “la atribución de su guarda a uno solo de los progenitores, con las ventajas de estabilidad y equilibrio para el niño que conlleva”.

Sin embargo, es conveniente reconocer que en los últimos tiempos, cada vez más se produce un avance en este sentido a favor de la custodia compartida, sobretodo teniendo en cuenta los estudios psicológicos recientes. (Aunque como luego veremos, ya existen estudios desde los años ochenta que muestran diferencias escalofriantes entre niñ@s en custodia compartida y niñ@s en custodia exclusiva).




Tenemos varios ejemplos de sentencias recientes que ofrecen una visión más positiva de la custodia compartida que toda la jurisprudencia y legislación española de antaño. Incluso alguno de estos ejemplos son favorables a la desaparición de las desventajas del hombre frente a la mujer en lo que a la custodia se refiere.




El primer ejemplo es la Sentencia de la Audiencia Provincial de Barcelona 102/2007, sentencia que dice cosas tan interesantes como las siguientes:
- “Su regulación (de la custodia compartida) viene motivada, porque en la sociedad actual, la dinámica de algunas familias empieza a ser distinta, toda vez que, factores tales como el acceso de la mujer al mercado laboral, y los cambios en determinadas pautas de educación, están provocando que cada vez más, los padres tengan una intervención mayor en el cuidado diario de sus hijos y se produzca en muchos supuestos una coparticipación en el cuidado, asistencia y educación de los menores.”
- Establece un listado de ventajas e inconvenientes de la manera siguiente:
Lista de inconvenientes:
a) Posible inestabilidad de los menores por los continuos cambios de domicilio.
b) Problemas de integración en los nuevos núcleos familiares que se creen.
c) Dificultades de los padres para unificar criterios en el día a día de los menores.

Lista de ventajas:
a) Garantiza a los hijos el poder disfrutar de ambos progenitores.
b) Es un modelo de convivencia más parecido al modelo de familia tradicional, lo que evita que el niño sufra con la separación de los padres.
c) Se evitan sentimientos en los menores como el miedo al abandono, sentimiento de culpa, sentimiento de negación, o de suplantación.
d) Se facilita que los padres puedan seguir ejerciendo sus derechos y deberes inherentes a la potestad y responsabilidad parental y que participen en igualdad de condiciones en el desarrollo y crecimiento de los hijos.

El segundo ejemplo es la Sentencia del Tribunal Supremo 623/2009. Esta resolución es significativa, pues en primera instancia se otorga custodia compartida de los tres hijos. Sin embargo, se da un cambio de circunstancias, y ambos progenitores (por motivos de trabajo, pero por separado) deben ir a vivir a Bruselas, lo cual aprovecha la madre para recurrir a la Audiencia Provincial, donde se otorga la custodia de los hijos a la madre. Sencillamente los motivos que da la sentencia son que se presupone que el domicilio del padre está demasiado lejos (cuando en realidad no es así). Por tanto, el Tribunal Supremo revoca esta resolución.

En esta sentencia puede observarse cómo en muchas ocasiones el camino para que la mujer se quede con la custodia de sus hijos es mucho más fácil que el camino del padre, si quiera, para conseguir una custodia compartida.

El tercer ejemplo, y con el que concluiría este apartado, es la Sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos 72/1999. El caso que resuelve esta sentencia es relevante, dado que trata de un matrimonio divorciado que pacta que la madre tendrá la custodia de la hija, y el padre un régimen de visitas, régimen que empieza a incumplirse por parte de la madre cuando el padre empieza a convivir en pareja con otro hombre. El Tribunal de Familia le da entonces la custodia a su padre, pero en un régimen de visitas la madre se lleva a la hija y no la devuelve, aprovechando para recurrir la sentencia del Tribunal de Familia al Tribunal de Apelación, que devuelve de nuevo la custodia a la madre motivando esa decisión principalmente en lo perjudicial de la homosexualidad del padre con respecto a la educación de la menor, y en lo natural de que un niño pase más tiempo con su madre que con su padre.
En este caso, el Tribunal Europeo de Derechos humanos da la razón al padre, pues la sentencia del Tribunal de Apelación de Lisboa vulnera el artículo 8 del Convenio Europeo de Derechos Humanos (Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia. Las autoridades no podrán entremeterse en el ejercicio de este derecho, a no ser que esta intromisión esté prevista en la ley y sea necesaria para la seguridad nacional, pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, o la protección de los derechos y libertades de los demás), y también el 14 (El goce de los derechos y libertades reconocidos en el presente Convenio ha de ser asegurado sin distinción alguna, especialmente por razones de sexo, raza, color, lengua, religión, opiniones políticas u otras, origen nacional o social, pertenencia a una minoría nacional, fortuna, nacimiento o cualquier otra situación).
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Primera imagen: Curiosidad, de Tania Sánchez Ortiz.
Segunda imagen: Sin título, de Rosa Maestro.
Tercera imagen: El juez decide.

miércoles, 14 de abril de 2010

Canto a un micrófono.


Hoy tú me vas a ayudar a gritar que soy feliz, que estoy feliz. Voy a rodearte con mi mano derecha, te colocaré junto a mis labios y te contaré cuán bien me siento. Y tú, adorador de secretos y de chivarlos a los cuatro vientos, serás confidente de mis susurros, hilo conductor de mi emoción y amplificador de mi bienestar.


Te voy a cantar canciones de verano, rock, baladas, y todo cuanto se me antoje. Voy a reflejar en ti mi amistad, mi amor. Y ni si quiera será necesario que pronuncie todas estas palabras cuando me veas, pues tú notarás todo sin que te hable. Lo notarás en el brillo de mis ojos, en la tesitura de mis labios, en las pequeñas arrugas que se forman en los pómulos cuando uno sonríe por cualquier tontería, en la dulzura de mi voz y la feminidad de mis movimientos.


Lo notarás, amigo, en el mismo instante en que la brisa de mi aliento plagado de goce roce tu tez.
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Imagen: I, II, III, Probando, de Yanel Hernández Prieto

martes, 13 de abril de 2010

LA custodia compartida. En el principio del camino de baldosas amarillas. (Primera parte)

(Primera parte)


Por Jorge López Pérez.


“Las expectativas de un niño respecto de sus padres no deben depender del vínculo de la pareja. […] Sin embargo, una cosa es cierta: la continuidad del vínculo del niño con el padre es, ante todo, un derecho del niño, y en segundo lugar, un derecho y un deber del padre”. Sra. Segolène Royal, Ministra Delegada de Familia francesa.
El pasado jueves día 25 de marzo de 2010 se celebró el convocado café de hombres en el local de Homes Igualitaris de Catalunya para tratar el tan conflictivo tema de la custodia compartida de los hijos menores. Y no es la palabra “compartida” la que causa esa característica de “conflictivo”, sino que dicho adjetivo viene más bien de la mano de la custodia en sí.
La reunión transcurrió con total normalidad, pareciendo que todos los asistentes se mostraban a favor de un cambio en nuestra sociedad en lo referente a la custodia.

Así pues, en este artículo que a continuación se desarrolla he tratado de plasmar todos los puntos sobre los que aquel día se habló y discutió, y que no dejan de ser los puntos más importantes, desarrollándolos y ofreciendo explicaciones que puedan ayudarnos a comprender, por ejemplo, en qué estado estamos, en qué estado están otros países, o qué debemos cambiar.
Para hacer algo más viable una lectura fluida he dividido este artículo en algunos apartados:

- Introducción a la custodia compartida.
- La custodia compartida.
- ¿Custodia o coparentalidad?
- Ponerse de acuerdo por los hijos.
- El llamado “principio del progenitor más generoso” y las ventajas de la incorporación de esta figura.
- ¿Cuál es la situación en el Estado Español?
- ¿Y qué dicen los jueces?
- Estudios diversos sobre los efectos de la custodia compartida.
- Conclusión.


Introducción a la custodia compartida.

Las estadísticas demuestran que en la sociedad donde vivimos, el número de matrimonios y separaciones (en éstas últimas encuadro todo tipo de separación matrimonial: separación judicial, divorcio, nulidad matrimonial) están situados, con cierto matiz cuantitativo, en la misma línea. Es decir, se dan aproximadamente el mismo número de matrimonios que de separaciones Y éste no es un dato para nada nuevo, pues desde que en 1981 se aprobara la Ley del Divorcio el aumento de las rupturas matrimoniales ha ido siempre al alza, pronosticando todos los estudios elaborados hasta el día de hoy que este momento llegaría.

Sin embargo, no fue tenor de la reunión hablar de la división de los matrimonios y otras parejas, que por otra parte, tantos quebraderos de cabeza ha dado a lo largo de su “historia”. Pero sí hablamos de una consecuencia directa de dicho tema: la custodia. Porque, ¿quién puede creer aun a día de hoy que lo mejor para un hijo/a después de la separación de sus padres es, generalmente, vivir con uno de ellos (normalmente la madre) y ver al otro cuatro días al mes? ¿Cómo puede entenderse una buena evolución de un niño/a cuando un día de repente una de las dos figuras progenitoras es obligada a alejarse de su vida (la ley no lo dice así, pero no es fácil para el progenitor no custodio seguir siendo una figura importante en la vida del menor)? ¿Cómo puede un menor desarrollar un cariño paternofilial adecuado y beneficioso con una persona con la que deja de convivir? Y finalmente: ¿Cómo se pueden relacionar todas las anteriores preguntas con el propio interés del niño, y no con el interés personal (y a veces egoísta) del padre o de la madre –que en ocasiones se enfrentan en una lucha encarnizada donde el arma es la amenaza de quedarse con los hijos-?



Pues bien, con todo ello no es difícil advertir que la reunión tuvo lugar alrededor de una nueva etapa que se viene abriendo a nivel internacional desde finales de los años noventa y principios del nuevo siglo: la etapa de la inserción en la sociedad de la custodia compartida, o como much@s prefieren llamar, la coparentalidad, autoridad parental, o corresponsabilidad. Así, Estados como Francia, Reino Unido, Italia, Canadá, alrededor de unos veinte Estados de los EEUU, o Brasil (y otros dentro de una considerable lista de países) se han alzado a la cabeza de una lucha que no es nada más y nada menos que a favor de los derechos e intereses del niñ@, y en repercusión, a favor de que ambos progenitores puedan ejercitar sus derechos y cumplir con sus deberes respecto a sus hij@s. Pero nunca debemos olvidar que lo que siempre va a querer defenderse va a ser el interés de l@s niñ@s.

La custodia compartida.

Después de esta pequeña introducción, sería adecuado establecer una pequeña definición de lo que generalmente es llamado “custodia compartida”. Así pues, podríamos definir la custodia compartida, según Beatriz Salberg, como “La asunción compartida de autoridad y responsabilidad entre padres separados en relación a todo cuanto concierna a los hijos comunes; el respeto al derecho de los niños a continuar contando, afectiva y realmente con un padre y una madre, y el aprendizaje de modelos solidarios entre ex esposos pero aún socios parentales”.

De esta definición cabe destacar dos puntos:

- “Derecho del niño a contar afectiva y realmente con un padre y una madre”: esta expresión es muy acertada, dado que en muchas ocasiones una separación de un progenitor con el otro/a implica una separación con l@s hij@s. Y, tal y como versa el título del libro de Beatriz Salberg, “los niños no se divorcian”. Pero aun así, normalmente el niñ@ debe separarse por fuerza de uno de sus progenitores. Así pues, el establecimiento de una custodia compartida implicaría asentar unos principios básicos de coparentalidad, donde el niñ@ no sintiera un distanciamiento espacial, o más importante aun, afectivo con uno de sus progenitores.

- “Ex esposos pero aun socios parentales”: debe tenerse siempre en cuenta, como ya hemos dicho, el interés del menor, y eso lleva consigo para padres y madres concienciarse de que el divorcio o la separación no provocan la desaparición de sus hij@s, ni la conversión de l@s mismo@s en un arma contra el otro, o en una moneda de cambio. L@s hij@s deberían mantenerse en una postura lo más alejada posible de la problemática de la separación, y para ello es totalmente imprescindible que ambos progenitores actúen como socios parentales, a sabiendas de que el bienestar de l@s hij@s es totalmente independiente de la separación de sus padres, y por qué no decirlo, probablemente mucho más importante que ésta (no es difícil llegar a esta conclusión si nos fijamos en cuán delicado está deviniendo todo cuanto atañe al interés de l@s hij@s, como por ejemplo, sin ir más lejos, el intento de establecer la custodia compartida como opción preferencial). Establecer una “sociedad parental” no significa llevarse bien el uno con el otro (sería maravilloso que así sucediere siempre, pero todos sabemos que no es posible), sino realizar una tregua (en caso de separación conflictiva) o un pacto (en separación con acuerdo) mediante el cual los derechos y el interés del niñ@ pudieran quedar protegidos de todos los demás problemas nacientes de una separación.



¿Custodia o coparentalidad?


Que en la legislación de algunos países donde se ha regulado la custodia compartida no aparezca este término no nos debe parecer extraño. De hecho, lo que debería parecernos extraño es la utilización que se ha venido realizando de la palabra custodia. No hay que ir demasiado lejos para advertir que cuando hablamos de que un hij@ va a convivir con ambos padres, aunque de forma separada, pero con cierta continuidad, no puede hablarse de custodia en el sentido literal. En efecto, la Real Academia Española establece lo siguiente:

custodia.
(Del lat. custodĭa).
1. f. Acción y efecto de custodiar.
2. f. Persona o escolta encargada de custodiar a un preso.

custodiar.
(De custodia).
1. tr. Guardar con cuidado y vigilancia.

En el mismo sentido, y sin alejarse casi nada de lo que la Real Academia Española establece, el diccionario de María Moliner define las mismas palabras de la manera siguiente:

custodia (del lat. "custodia")
1 f. Acción de custodiar.
2 Persona encargada de custodiar algo.

custodiar
custodiar (de "custodia") tr. Mantener alguien los cuidados necesarios para que cierta cosa no sea robada o asaltada o se escape: "Custodiar un tesoro ". Guardar, *vigilar.


Después de la sencilla lectura de estas definiciones, ¿a caso no palpa el lector lo obsoleto y arcaico que es utilizar, a día de hoy, el término “custodia” en lo que se refiere al ejercicio de los derechos y los deberes de un padre y una madre para con sus hij@s y en interés de l@s mism@s? Fuera de aquellas expresiones fruto de la pasión y el amor paternal en las que se asegura que un hij@ es un tesoro, ¿a caso puede compararse el cuidado de un hij@ por progenitores separados con la vigilancia de un tesoro con la intención de evitar su robo? ¿No suena, perjudicando al progenitor no custodio o que puede disfrutar menos de su hijo, como si éste fuera un ladrón si en algún momento tuviera la oportunidad de quedarse con su hij@ un día más de lo pactado, o incluso unas horas?
Por todas estas razones, ya el Estado Francés suprimió de su Ley de Autoridad Parental el término “custodia”, refiriéndose a la situación con el nombre de autoridad parental (autorité parentale) ejercida en coparentalidad, o patria y potestad. Incluso, la Ministra Delegada de la Familia, Segoléne Royal, hablaba de retirar del lenguaje familiar conceptos como “derecho de visita”. Dice lo siguiente “es preciso desterrar de nuestro vocabulario esa noción tan absurda como obsoleta del derecho de visita y alojamiento”. De hecho, si atendemos a la Ley sobre la Autoridad Parental, el artículo 373-2-1 viene a establecer lo que sería equivalente a la custodia exclusiva (patria potestad a uno de los progenitores) y el derecho de visita y de acogida domiciliaria como algo excepcional que el juez sólo puede imponer si el interés del niñ@ lo exigiera. Es decir, existe el término “derecho de visita”, pero parece ser utilizado de forma extraordinaria.


También por la época en que el Estado Francés empezó a sensibilizarse con la autoridad coparental, se emitió alguna jurisprudencia que revelaba el efecto de tal sensibilización. Así, por ejemplo, la sentencia del 24 de febrero de 1999 del Tribunal de Apelación de París decía que el sistema clásico de residencia principal y derecho de visita contribuía a debilitar el vínculo entre el hij@ y el progenitor con el que no vivía a diario, por lo que la residencia alterna sería la condición de una coparentalidad real y el elemento fundamental para luchar contra la precarización de una u otra de las funciones parentales.
Por otra parte, también es importante apuntar que las legislaciones anglosajonas más progresistas, si bien siguen utilizando el término “custodia conjunta”, cada vez pronuncian más los términos “coparentalidad” o “función parental”.


Ponerse de acuerdo por l@s hij@s.



Como ya he señalado anteriormente, es de suma importancia que los progenitores, independientemente de todo lo que tenga que ver con una separación, sean socios parentales. Y no por ellos, sino por sus hij@s. Y es por eso que cada vez más empieza a dársele peso y fuerza a los planes de parentalidad, a los acuerdos, y en defecto de éstos, a la mediación.
Para hablar de los planes de parentalidad, podemos hacer referencia al Proyecto de Ley por el que se aprueba el Libro II del Código Civil de Cataluña relativo a la Persona y a la Familia. En dicho proyecto un cambio novedoso dentro de la legislación española en general (estatal y autonómica) es la necesidad de que los padres, dentro del proceso de separación, de forma conjunta o separada, propongan un plan de parentalidad donde se concreten los acuerdos relativos al cuidado, educación, custodia, visitas, alimentos, etc respecto a l@s hij@s. Por lo tanto, podríamos decir, tal y como se define en la Exposición de Motivos del proyecto, que el plan de parentalidad es “un instrumento para ordenar las cuestiones principales que afectan a l@s hij@s en la perspectiva de la separación de los progenitores y su continuada participación en el crecimiento y educación de aquéllos”. Y si alguien se preguntara a raíz de esto qué diferencia al convenio regulador del plan de parentalidad, podría responderse alegando que el convenio regulador constituiría el cajón de sastre de todos los acuerdos a los que puedan llegar los miembros de la pareja (matrimonio o pareja de hecho) al separarse (sobretodo de matiz económico y, hasta el día de hoy, familiar), mientras que el plan de parentalidad aparta los acuerdos respecto de l@s hij@s de ese cajón de sastre, colocándolos en un lugar exclusivamente para ellos, y dando, si cabe, aun más obligatoriedad a la obtención de un documento donde quede constante todo lo relativo al interés del hij@.


Este proyecto de ley es un proyecto que pone el caballo al trote hacia un movimiento que en el Estado español aun no se ha consolidado. De hecho, el Código Civil Español, aun y con sus reformas recientes, sigue tratando a la custodia compartida como medida excepcional que el juez sólo puede adoptar cuando los progenitores así lo acuerdan, o cuando una de las partes lo solicita y hay informe favorable del Ministerio Fiscal. Eso quiere decir que si un padre o una madre, pudiendo hacerlo, evita la custodia compartida de su hij@ (porque no quiera la custodia o porque quiera la custodia exclusiva), el juez difícilmente puede imponerla, aunque sea en interés del hij@, pues el Ministerio Fiscal difícilmente emitirá informe a favor de que un padre que rechaza esa custodia se encargue de su hij@ a la fuerza, a no ser que le otorgue, como éste pudiera haber pedido, la custodia exclusiva. Y, puestos a opinar, no es descabellado pensar que un progenitor que no quiere ser custodio va a ser menos responsable que el otro progenitor. Pero un pensamiento así supondría una presunción que en cualquier caso, resulta gravosa para el menor, que es quien menos culpa tiene. Por tanto, medidas tomadas como en la Ley sobre Autoridad Parental francesa, con la que un juez puede imponer la autoridad coparental aunque los padres no estén de acuerdo, serían adecuadas junto a otras medidas que sancionaran a esos progenitores por el incumplimiento de dicha autoridad coparental (custodia compartida). También la legislación brasileña de 2008 sobre custodia compartida dice en su artículo 1584 que “cuando no hay acuerdo entre padre y madre sobre la guarda del hij@, será aplicada, siempre que sea posible, la guarda compartida”. Otro ejemplo lo tenemos en la legislación sueca (Código de los Niños y los padres), donde se permite al tribunal que tome una decisión sobre la custodia compartida o sobre la disolución o no disolución de ésta, incluso aunque uno de los padres se oponga, siempre beneficiando al interés del menor. Este sería un caso parecido al español, pero hay una pequeña característica que provoca grandes diferencias, y es que la legislación sueca no somete la decisión de un juez a un informe favorable del Ministerio Público, aunque sí cuente con él. Por tanto, mientras que en España, un juez que quiere imponer la custodia compartida porque, pese a que uno de los progenitores no está de acuerdo y el Ministerio Fiscal emite informe en contra, advierte de las pruebas que él ha examinado, que es más beneficioso para el interés del hij@, no puede hacerlo, en Suecia no habría problema para ello. A esto hay que añadir, como ya hemos apuntado más arriba, a que a veces no es que el progenitor (mayoritariamente la madre) no esté de acuerdo en la custodia compartida porque no quiera cuidar a su hij@, sino porque reclama la custodia exclusiva. ¿Tan malo sería que en un caso como este, y aunque el Ministerio Fiscal no estuviera de acuerdo, el Juez diera la custodia compartida?
Otras legislaciones que abarcan el plan de parentalidad son las de:


- Alabama (, Code of Alabama, 1975, Acts 1996, Nº 96-520art. 30-3-153a).
- Michigan ( Child Custody Act, 722.26a).
- Illinois ( Illinois Marriage and Dissolution of Marriage Act, 750 ILCS 5/602.1)
- Kansas. (Kansas Statue No. 60, cap. 60 art 16.A)
- Canadá. (Special Joint Comité on Custody and Acces, Parlamento de Canadá, 1998).
- Suecia (Código del Niño y el Padre: adopción de un acuerdo que el Consejo de Bienestar Social debe aprobar).
- Italia (Legge sull’ Affidamento Condiviso).
- Etc.
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Primera imagen: Sin título, extraída de http://batiburrillo.redliberal.com
Segunda imagen: Custodiando, de Pablo Pino.
Tercera imagen: ¿Mamá o papá? ¡Mamá y papá! de Raul Albanece.
Cuarta imagen: Logotipo de la Asociación de Madres y Padres por la Coparentalidad.

lunes, 12 de abril de 2010

Los silencios de una copa


Advirtió el calor de sus manos envolviendo la más fina y frágil parte de su cuerpo; sus correosos dedos deslizándose sobre sus caderas e incluso llegando a rozar con las yemas de aquéllos más alargados la parte más baja de su cintura. Ella se dejó llevar.

La botella de cava yacía abierta, náufraga en el mar de un hielo pilé bañado en sal que cedía sus encantos estalagmíticos a la calidez de la situación. Él rescató a la transparente ampolla de su naufragio, y casi acariciándola, la acercó poco a poco hacia ella, inclinándola hasta que el ondulado vidrio quedó totalmente horizontal y a un suspiro de su boca, dejando caer sobre sus labios un fino hilo del venéreo elixir, del fluido del placer, de la pócima del deseo. Una sucesión de perlas burbujeantes que decidieron escaparse resbalaron por su cuello y, aprovechando la desnudez de su cuerpo, corrieron por la cristalinidad de su piel, disfrutando de la magia de su torso, sorteando la profundidad de sus curvas, y llegando a la intimidad de su ser, donde él, percibiéndolas, las recogió con su dedo corazón para luego llevárselo a su boca.

La botella regresó a su propio mar para dejarles solos de nuevo. La luz de las velas era irrelevante, y también el vinilo de Louis Armstrong, que rodaba como la aguja de un reloj a la que nadie presta atención a pesar de ser la dueña del tiempo; la inexistencia de efectos lumínicos y acústicos no habría hecho perder un ápice de sensualidad, de pasión a aquel momento. Ellos eran, estaban, existían. Todo lo demás, no.

Ella había sido alzada como Psique lo fue de su sueño eterno. Y él, su Eros, su ser del amor, del deseo, de la atracción fatal, estaba situado a tan solo unos centímetros de su boca. Ella se preguntaba cuánto tiempo ocuparía ese espacio entre ellos dos, y si la extensión de dicho espacio equivaldría en valor a una millonésima parte de ese conjunto de tiempo de hechicerías y encantamientos.

Sintió la vibración de unos labios nerviosos rozando la diafanidad de sus redondeados bezos. Advirtió que la suavidad con la que la mano derecha de él mantenía aun cogida su cintura había desarrollado una brusquedad enigmática que la hacía tambalearse y levitar como en un sueño. Podría incluso jurar que sentía todo su cuerpo colocado a la misma altura, horizontalmente, volando como si de un avión de papel se tratase.

Los gruesos buces de él no vacilaron más, y de repente ella notó todo su ser dentro suyo a la vez que sintió cómo ella misma se adentraba en él; cómo toda su esencia pasaba a formar parte de sus sentidos; cómo llenaba todos y cada uno de los resquicios del interior de su cuerpo. Poco a poco fue vaciándose para llenarlo del mismo elixir con que él la había llenado a ella minutos antes sirviéndose de la botella de cava que descansaba en la cubitera.
La besó fuertemente, con ojos menguantes y lengua resbaladiza. No la dejó separarse hasta que sació su sed, y cuando ambos necesitaban darse un respiro –el estrictamente necesario- , él aprovechaba para coger de nuevo la botella de cava y volver a bañarla a ella de esa espumosa sustancia que a ella se le presentaba cada vez más afrodisíaca, y que después pasaba de su boca a la de él. Juegos de enamorados…


Las velas ya habían consumido la cera, y Louis Armstrong había desaparecido sin despedirse –debió dar cuenta de la necesaria ininterrupción que exigía el momento-. La botella de cava, colocando su cabeza bajo el derretido hielo de la cubitera y aprovechando el húmedo lito a modo de sábana, ya había conseguido conciliar el sueño después de unas horas de auténtico derrame de pasión entre los dos amantes. Él estaba sentado en un taburete, con los codos apoyados sobre la mesa, y mirándola fijamente, sin perder ni un solo momento el camino marcado por su mirada. No mediaba palabra alguna. Ella, delante de él, se consideraba querida, amada, y participaba de ese intercambio de miradas propio de un cuento de hadas plagado de fragmentos erótico-sensuales –o quizás, un cuento erótico-sensual acaecido en el mundo de los sueños y las hadas-.

- Te quiero. –Acabó diciendo él, con un considerable espesor en los lagrimales.
Ella se estremeció. Tanto que su equilibrio se vio en peligro seriamente y estuvo a punto de caerse de la mesa, donde se encontraba apoyada.

De repente, él se levantó, y zarandeándose rodeó la mesa y cogió un marco de fotos que se hallaba justo detrás de ella. Miró la foto que el marco adornaba, y llorando caminó hacia la ventana. Allí, mirando hacia el infinito de la noche, volvió a repetir “te quiero” entre sollozos.
Fue entonces cuando ella se sintió sucia, humillada. Se sintió una más; como ese pañuelo gastado por la consolación; como ese segundo plato ya frío; como esa copa de cava relamida por la ebria pena.


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Imagen: Encuentro de amor, de Martha Miguez.

jueves, 8 de abril de 2010

MÚSICA - VIOLÍN


Tú en mi música, yo en tus manos
que se deslizan lentamente
con estilo muy piano
entre la sangre de mis venas,
entre las cuerdas, lado a lado.

Tus ojos cristalinos
penetran en mi voz,
y yo canto, y canto,
porque me mueve tu dulzura,
porque tú eres yo,
y en mi lujuria más aguda
tú lloras a mi son.

Y quiero que me toques,
que me acoses,
que sienta que me quieres escuchar,
dame el sentimiento,
y seré música prohibida,

el solo de la orquesta
de tu dulce intimidad.

Porque yo hablo por tu alma,
porque yo callo en soledad.


Jorge López, 2005.

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Imagen: Violin, de Farid Rueda. (faridrueda.blogspot.com)

miércoles, 7 de abril de 2010

MÚSICA - PIANO




Toca, toca para mí, viejo moribundo,
que bañarme en las olas de tu llanto
es lo que más quiero en este mundo.
Llora, llora para mí, ánimo de corazón absurdo,
hazme llorar contigo mis poemas,
que mi canto es siempre tuyo.

Ruge, y deja oír tu voz de tono claro,
convierte tus deseos en los míos,
pues quiero ser tú, don de sueño halado.
Canta y ayúdame a volar contigo de la mano,
que despiertas mi ilusión, y levantas la pasión
de mi música, piano.





Jorge López, 2005
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Imagen: Piano, Amaury Suárez

martes, 6 de abril de 2010

Historia de una prostituta 13


Roberto Linares cumplía ese día nada más y nada menos que veinte años en activo como detective privado. Durante los cinco primeros, estuvo al servicio de A&A (Action Reaction), cuyo dueño era un criminalista inglés que había descubierto a finales de los años ochenta que el Estado español era una mina de oro en lo que respecta a la seguridad y espionaje privados. Así, el susodicho personaje consiguió aposentar su galantería anglosajona en la ciudad Condal, adquiriendo un local en la Avenida Diagonal, cercano al Paseo de Gracia, donde se pasaba la mayor parte del tiempo platicando con la gente de avanzada edad, decía en tono bromista, para aprender el catalán (tenía destreza en el arte del habla castellana, en gran parte gracias a que su madre era de origen argentino). Pero nada había que reprocharle a Sir James Jackson, pues para la sorpresa e incredulidad de todos los del gremio, su pasividad elegante y su tranquilidad señorial eran un arma de la que pocos objetivos se escapaban. Dicho de otra forma: en los cinco años en los que Roberto había donado su esfuerzo bajo las órdenes de James Jackson (y, por qué no decirlo, para el propio James Jackson), nunca una investigación quedó en el aire sin solución alguna. “La confianza y la tranquilidad ponen nervioso al secreto, amigo Linares”, le dijo en una ocasión. Huelga decir que el trabajo de sus súbditos era imprescindible, pero al fin y al cabo, quien ponía la guinda al pastel, quien daba la cara y quien se reía de las trampas, era él.

Cuando Roberto adquirió cierta experiencia (y una pequeña cantidad de dinero que, en calidad de único sobrino, le había dejado su tía al morir), decidió construir su propio nido. Se instaló al principio en un pequeño local situado en el barrio de Sants, donde principalmente, él y un recién licenciado, se encargaban de los casos que en A&A sobraban. Por tanto, durante los primeros tiempos de su carrera en solitario nunca dejó de sentirse el encargado de una filial de A&A, aunque ello le benefició grandiosamente, pues constituyó una forma de hacerse publicidad basada en su propio trabajo, y no en un simple anuncio en un periódico. “La gente está contenta contigo Linares. Yo lo veo, y cuando me dan las gracias por el trabajo realizado por supuesto les digo que todos los méritos son de una pequeña empresa llamada Halconais y llevada por un joven detective con mucho futuro”. Halconais fue el nombre elegido para su pequeña empresa, y el origen del término no era más que el nombre del ave rapaz más rápida junto a la castellanización fonética de la palabra eyes, cuya verdadera traducción es ojos. Y dicha denominación no fue fruto de cavilaciones concluidas en una decisión pedante, sino que fue un mero acto de traspaso del apodo extraoficial que con su rápido, minucioso y eficaz trabajo había adquirido (Halcón). Nadie tenía duda de que si había alguien en Barcelona que se asemejara a James Jackson, ese era Roberto Linares.


Pero desde que empezó con Halconais habían pasado ya unos quince años, y a día de hoy sus métodos y resultados eran conocidos por todos los de su gremio. Roberto Linares trasladó su empresa a un local más amplio, y contrató en el año 2001 a Elisenda Bargas, criminalista y ex policía nacional, mujer sencillamente dura, dura de pelar que junto a Marco Maluquer (persona de confianza de Roberto con quien había trabajado desde la apertura de Halconais, y desde que el chico se acababa de licenciar) y Mía di Mora (secretaria que tuvo que contratar forzosamente debido a la gran cantidad de papeleo que allí se manejaba a las anchas del desordenado azar), formaban un equipo de competencia considerable.


Roberto Linares tenía cuarenta y cuatro años, pero lograba mantener un buen tipo corriendo tres cuartos de hora cada mañana y braceando unos diez quilómetros en la piscina durante los fines de semana. No era un amante del deporte, pero se sentía bien cuando lo practicaba. Además, sabía que un bonito cuerpo de perfil sano ayudaba bastante en la búsqueda de compañía de calidad (aunque podría perfectamente cambiarse la palabra búsqueda por la palabra atracción, dado que pocas veces era Roberto quien andaba tras un objetivo. Para eso ya tenía su trabajo, pensaba) .
Roberto era bisexual, cosa que acabó de confirmar cuando se enamoró por completo de Carlos Prieto (informático argentino, su pareja hasta hacía un año). Aquel amor le costó su matrimonio, del que había nacido Paula hacía dieciséis años. Por tanto, el último año había sido para Roberto una etapa de necesaria soledad en su vida. No deseaba volver a compartir su vida con nadie, salvo con su hija, con quien convivía de manera ordinaria y según lo pactado en el convenio regulador una semana al mes, y de manera extraordinaria, alguna noche en que ella y su madre discutían. Paula se llevó una gran decepción cuando Roberto le anunció que su relación con Carlos había terminado, lo cual sorprendió bastante al padre: sabía que Carlos se había portado con ella como un tío (de hecho, tenía constancia de que seguían quedando para tomar algo alguna tarde), pero teóricamente ella debería de ayudar a su padre a que éste fuera feliz, o si más no, intentar comprenderlo. Sin embargo, desde que un año atrás Roberto dejare a su pareja, su hija se había mostrado cada vez más distante, hasta el punto de reducir el número de días de convivencia con su padre. Roberto y su ex mujer tenían una relación agradable, de manera que a él no le importaba que Paula se quedara en casa de su madre. Pensaba que ella ya empezaba a tener cierta edad para decidir qué quería, y no le gustaba para nada obligar a su hija a hacer algo sólo por mandato de padre. No era motivo suficiente, pensaba. Eso no significaba, de todas formas, que a él no le hiciera daño que su propia hija se negase a verlo, y por ello intentaba achacarlo a los típicos cabreos de la edad adolescente, aunque sabía que no era así, que algo sucedía.





Roberto llegó a la oficina y saludó a Mía, que respondió al saludo con su permanente tono alegre. Mía tenía veinticinco años recién cumplidos cuando aterrizó en Halconais medio lustro atrás. Era una mala época para ella, y un gran momento para la empresa. Por eso Roberto le propuso tan rápidamente un puesto de trabajo que Mía aceptó con igual rapidez. Mía era una de las personas más escrupulosas con su trabajo que Roberto había visto jamás, y eso, pese a llegar a ser en ocasiones molesto y enfermizo, les había permitido por fin tener un fichero en condiciones, unas estanterías ordenadas por años, meses y días (y dentro de los mismos, si habían documentos del mismo día, por orden alfabético), e incluso un archivo digital donde podían encontrar por nombre o por fecha dónde se encontraba cualquier documento que ellos hubiesen trabajado. Por tanto, los beneficios superaban a los perjuicios que suponían el sistema de trabajo de Mía di Mora.

- Marco te está esperando en tu despacho. –dijo Mía-.
- Vaya… ¡Con que esas confianzas tenemos eh! ¿Puedo entrar directamente o tengo que pedirte que le avises? –Roberto le sonrió y se marchó directamente hacia su despacho- Por cierto Mía, ¿qué sabes de Eli? Ayer la estuve llamando y no me cogió el teléfono.
- Hablé con ella ayer por la mañana, a primera hora, y me dijo que te avisara de que se pasaría por tu casa el martes, que según mi calendario… ¡Es mañana! – Mía solía conservar en todo momento un punto gracioso que la caracterizaba. Roberto adoraba su acento italiano. Alguna vez se había preguntado cómo debía ser Mía en la cama-.
Roberto contestó:
- ¿Y tenía que ser un martes? ¿No podría pasarse un sábado después de cenar?
- Venga Rober, tú y yo sabemos que Eli no te da cancha… ¿Qué pasa? ¿Que tu joven secretaria no te atrae? – Ambos se echaron a reír-.
- ¿Te dijo al menos que tiene entre manos? –Preguntó Roberto con un tono algo más sereno-.
- Bueno, lo único que me dijo fue que tenía que hacer trabajo de campo. Asuntos de drogas.
- Vale, pues espero que me diga algo pronto… No la voy a estar esperando toda la vida… -Mía soltó una carcajada-.


Roberto dio un par de toques a la puerta de su despacho con los nudillos, y entró sin esperar a que su compañero le diera permiso. Vio a Marco en su sillón leyendo el periódico mientras sostenía una taza de café con su mano derecha.
- ¡Qué hay Marco!
- Hola Rober. –Su saludo no pareció demasiado animoso-.
- ¿Ocurre algo?
- Podría decirse que sí… ¿Recuerdas a Patricia Casas?
- Em… Sí, su padre nos contrató para averiguar dónde estaba. Averiguamos que se estaba prostituyendo.
- Hoy he llamado al número de teléfono que su padre nos facilitó, y desde el que nos llamaba a nosotros, y parece que se ha dado de baja.
- Vale… Te haré dos preguntas. La primera: ¿Qué más da que ese hombre se haya dado de baja? Es algo que mucha gente hace. Y la segunda: ¿Por qué narices lo has llamado?

Marco tomó el periódico y buscó una noticia en él. Dobló las hojas y acercó el titular a los ojos de Roberto.

El título decía “Adolescente apuñalada mientras practicaba ilegalmente la prostitución”. Roberto miró la instantánea que acompañaba al titular, y que había sido extraída de un video registrado por alguna cámara de seguridad de alguna caja de ahorros cercana.




Sin duda era ella. Era Patricia Casas.


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Primera Imagen: Azul... El detective azul, de Hal Emmerich.

Segunda Imagen: Despacho, de Ralf Pascual Izarra.

Tercera Imagen: Papel Periódico, de Lorena Emmerich