miércoles, 3 de octubre de 2012

Te veo y no te pongo cara


 
 
Te veo y no te pongo cara.

No te reconozco.

No sé quién eres.

Te veo y me suenan tus palabras

pero tu argumento es algo tosco

y chirría entre tus dientes.

 

Hablas por hablar y no dices nada.

Tu mirada está vacía.

Sigo sin reconocerte.

Te observo por una mirilla poco clara

y tú estás tan lejos

que no adivino qué pretendes.

 

Te veo y no te pongo cara,

y aunque me acuerdo de tu nombre

no distingo a qué hueles.

La distancia –pienso- es la distancia,

pero… qué es estar distante

cuando noto que te mueves,

cuando siento tus pisadas

y me duelen tus reveses,

cuando soy parte de tu farsa

y personaje en la comparsa

de tus dudas y tus bretes.

 

Miro, atisbo, y no te acierto.

Mi foco está apagado.

Tu sombra es permanente.

He olvidado, y no te pongo gestos,

ni una piel como vestido

ni un vestido que te pegue.

 

Te veo y no te pongo cara.

Tus restos son borrosos.

Tu imagen deprimente.

Estás como si no estuvieras

y a la vez sigues estando,

y a la vez desapareces.

 

Te veo y no te pongo cara.

Te veo y… ¿Qué cara ponerte…?

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