Él quisiera haber estado ahí, frente a ti, perdiéndose en tu mirada una vez
más y dejándose llevar por el deseo casi instintivo de rozar tu mejilla con sus
nudillos. Quisiera haberte quitado la maleta de las manos con una broma tonta,
y haber caminado de un lado a otro contigo en busca del maldito mostrador de
facturación. Quisiera haberte visto fruncir el ceño y dibujar esa pequeña mueca
irónica y cariñosa capaz de colarse por cualquier hueco entre una maraña de
emociones desordenadas.
Él quisiera haberse sentado a tu lado frente a un monitor a la espera de
noticias sobre tu vuelo, y haber sentido tu cabeza sobre su hombro y tu melena rubia deslizándose suavemente sobre su
brazo. Quisiera haber vuelto a inspirar profundamente el olor de tu pelo sin
que te dieras cuenta y haber jugado a enredarse entre tus dedos casi como un
adolescente. Quisiera haberte notado nerviosa por el movimiento permanente de
tus piernas o por pillarte llevándote una uña a la boca, y quisiera haberte
apretado entonces la mano con intensidad para decirte que él está contigo, que
quiere estar contigo.
Él quisiera haberte contado un par de tonterías que te hicieran olvidar por
un momento que precisamente, era tan solo un momento lo que os quedaba antes de
que te alejaras hacia la puerta de embarque. Quisiera haberte acariciado el
cuello, reteniendo una pizca de la calidez de tu piel blanquecina y de tu olor
dulce a perfume. Quisiera haberte susurrado que le encantas, pero que es un
secreto que no puedes contar a nadie. Quisiera haberte agarrado por la barbilla
y haber levantado tiernamente tu cabeza hasta toparse con tus ojos, y
haberse estrellado contra tu mirada como se estrella la lluvia contra un cristal empañado. Quisiera haberse quedado así horas y horas;
haber dado al botón del pause y haber eternizado justo ese momento en que no
hay palabra más necesaria que el silencio ni cosa más innecesaria que una
palabra.
Él quisiera haber oído junto a ti el anuncio de tu vuelo por megafonía y
haberse fundido contigo en el ardor de aquellos abrazos capaces de
deshacer la impotencia y la rabia como si fueran cubitos de hielo. Quisiera
haberte empujado hacia su pecho y haber obligado a vuestras bombas rojas a
coordinar sus latidos para evitar una explosión. Quisiera haberte besado
intensamente como si en unos segundos todo fuera a acabarse, y haber notado por
última vez tus labios apretados contra los suyos esperando a que
el telón bajara y los focos se apagaran. Quisiera haberte observado arrastrando
tu equipaje de mano más allá del control de seguridad, y haber leído en tus
labios, ya en la distancia, una de aquellas últimas frases de despedida que erizan el
vello hasta doler. Quisiera haber visto desdibujarse tu silueta y poner como
excusa la lejanía, mientras sus ojos se entelaran hasta tener que
parpadear como un estúpido para poder vislumbrar lo último que quedara de ti tras las cristaleras.
Él quisiera haberse dado
entonces la vuelta hacia la puerta de salida preguntándose si estaría dejando
de actuar por una razón para empezar a actuar por una persona. Y sin saber
responderse, quisiera haber salido de allí con una de aquellas sonrisas que
solo un tipo de sentimiento es capaz de provocar. Una de aquellas sonrisas que
solo aparece en ocasiones, cuando hay alguien por quien debe aparecer…
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Imagen: Comiat, de La Mairei, www.maireiportfoli.blogspot.com
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