El Sol radiaba, rabiaba. Su majestuoso color anaranjado se antojaba enérgico, y la difuminación de éste con el blanco azulado, azul ablancado de las nubes, convertía el paisaje en la misticidad del Mundo, en la mesticidad de sensaciones.
Brotaba el verde por doquier, y saliendo yo a olerlo, a tocarlo, a regocijarme en su vistosidad orgásmicoplacentera, me sentí verde yo también. Sentí los pinceles pintándome de trazos rápidos y plagados de entusiasmo al son del ritmo de mis caderas, cuyo movimiento no era más que la materialización del vaivén de mi vida, la encarnación del sin parar de mis emociones.
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Primera imagen: La foia de Castalla, de Guillermo Durá Gisbert.
Muy bonito, aunque quizá un poco recargado para mi gusto :-)
ResponderEliminarBesos felinos.