Vicki Bernadet entra al local de Hombres Igualitarios como una más. Su pelo corto, en otros tiempos quizás negro puro, pero ahora canoso, refleja la mezcla de duros momentos que esta heroína ha pasado a lo largo de su vida y el nerviosismo que aguarda en su interior. Se nota que es una mujer activa, de aquellas personas que hacen, y hacen, y hacen, y cuando finalmente caen rendidas, piensan entonces en qué van a hacer. No se sienta desde que entra al local hasta que finaliza la charla, y en todo momento se muestra comprensiva con todo tipo de cuestiones que se lanzan para que ella, que no es ni más ni menos que una mujer luchadora, les dé respuesta.
Vicki Bernadet padeció abusos sexuales de pequeña por parte de una persona de su entorno. Ella, como todos/as los/as niños/as y adolescentes que son objeto de abuso, se calló muchos años, ahogando su secreto (palabra muy utilizada por los abusadores para evitar que el niño/a acabe confesando todo) en la soledad, y sufriendo consecuentemente enfermedades psicosomáticas. Es probable que aquella niña de nueve años se sintiera culpable de todo aquello y tuviera pavor a que alguien descubriera lo que ocurría.
¿Qué es el abuso?
La charla da comienzo a las siete de una tarde bañada por el Sol de principios de verano, y veintiuna personas (entre las que se encuentran estudiantes, psicólogos/as, psiquiatras, sociológos/as, etc, pero ante todo, padres, madres, hijos e hijas) ya tienen sus ojos puestos en aquella mujer de apariencia débil, pero de instinto de total superviviente. Vicki Bernadet empieza explicándonos en qué consiste su fundación (www.fbernadet.org), cómo funciona, a quién presta amparo, y cuáles son sus bases, y posteriormente pasa a darnos un folio con siete preguntas a las que, por grupos de dos y tres personas, deberemos dar respuesta. Luego, a partir de esas preguntas se irá desarrollando el taller.
La primera idea que Vicki Bernadet introduce es la de que todos y todas, en algún momento de nuestras vidas, hemos sido abusados. Ella lanza una pregunta: “¿Alguno de vosotros ha padecido abusos?” Todos/as nos sorprendemos, y decimos “No” casi al unísono, incluso mostrando sorpresa por el tono excesivamente directo de sus palabras.. Pero no pensamos en que no sólo existe el abuso sexual infantil, sino que hay muchos otros tipos de abuso a los que probablemente sí hemos estado sometidos a lo largo de nuestras vidas. Hay abuso corporativista cuando entre profesionales colegas se encubren; hay abuso de poder cuando un/a superior se aprovecha de su posición; hay abuso institucional cuando la Administración se convierte en un fuerte al cual es casi imposible acceder con garantías suficientes; hay abuso físico y verbal cuando se comete violencia de género; hay abuso cultural cuando la religión o la tradición imponen puntos que chocan seriamente con los derechos fundamentales de las personas. Así, el término “abuso” se dividiría en un largo etcétera, incluyendo siempre actos que menoscaban la integridad (ya sea física, psicológica o social) de otra persona mediante la vulneración de los derechos de ésta. Pero hablemos del abuso sexual infantil. ¿Cómo definirían ustedes el abuso sexual infantil? Vicki Bernadet lo hace de manera fácil: el abuso sexual infantil no es ni más ni menos que “cuando el/la niño/a es objeto necesario para la satisfacción sexual de terceros”. A lo mismo se refirió, en 1985, el Conseil of Cientifics Affairs of AMA, cuando lo definió como “la utilización del niño por parte de un adulto con la intención de obtener placer sexual o beneficios económicos” (aunque aquí olvidaran que el abuso puede darse entre menores).
Así, y haciendo referencia a lo apuntado entre paréntesis, suele pensarse que para que exista abuso sexual infantil no es necesario que sea un adulto quien busque placer sexual con un menor como instrumento, sino que podría ser un menor de edad más elevada que el abusado, o incluso de la misma edad. Por ello, tal y como explica Vicki Bernadet, se piensa que hay abuso cuando hay una diferencia de edad entre abusador y abusado de cinco años cuando el abusado tiene once o menos años (por tanto, un/a adolescente de dieciséis años puede perfectamente abusar de un niño o niña de once, y un/a niño/a de once puede abusar de otro/a de cinco), o de diez años cuando el/la niño/a abusado/a tiene de once a trece. Esta explicación es relativa, en tanto que puede darse el caso de que exista abuso de un/a adolescente de quince años a un/a niño/a de doce, o de un/a adulto/a de dieciocho años a un/a niño/a de trece, o de tres niños/as de once años a un/a niño/a de su misma edad. Lo que Vicki Bernadet explica es que estas diferencias de edad son reglas que se aplican de forma general para determinar si puede o no haber abusos entre menores, aunque cuando existe coacción, la diferencia de edad deja de importar.
Con todo esto, debemos tener claro lo siguiente:
- Hay abuso sexual infantil:
• Cuando un/a menor de trece años participa activa o pasivamente, dando consentimiento o no dándolo, en actos sexuales como objeto necesario para la satisfacción sexual de otra persona. Aunque generalmente tendremos en cuenta las diferencias de edad de cinco o diez años según si el/la niño/a tiene hasta once años o hasta trece, el Código Penal dice en su artículo 181.2 que “se consideran abusos sexuales no consentidos los que se ejecuten sobre menores de trece años, sobre personas que se hallen privadas de sentido o de cuyo trastorno mental se abusare”. Después de esto, sólo aclarar que en este precepto podría existir un error al hablar de “abusos sexuales no consentidos”, pues todo abuso sexual es no consentido. Probablemente sería más adecuado hablar de “actos sexuales no consentidos”.
Entonces, puede entenderse que en general todo acto sexual que se lleve a cabo con un o una menor de trece años puede constituir el tipo delictivo de abuso sexual, en tanto que, aunque ese menor consienta, su consentimiento no será válido legalmente. Dicho de otra forma: la mayoría de edad legal para mantener relaciones sexuales con otras personas es a partir de los trece años, y por tanto, todo acto sexual llevado a cabo con un/a menor de trece años constituye un tipo delictivo.
• Cuando un menor entre trece y dieciséis años es coaccionado o engañado, sea la diferencia de edad que sea, para ser objeto necesario para la satisfacción sexual de otra persona. Respecto a este caso, el Código Penal, en su artículo 181.3, viene a establecer que se interpone la misma pena, y que por tanto, también se considera abuso sexual, cuando “el consentimiento se obtenga prevaliéndose el responsable de una situación de superioridad manifiesta que coarte la libertad de la víctima”. Y no sólo eso, sino que el mismo Código Penal, en su artículo 183, viene a manifestar la existencia de abusos sexuales cuando el consentimiento se obtenga mediante engaño sobre la víctima de entre trece y dieciséis años.
¿Víctima o cómplice?
Vicki Bernadet ha venido, en definitiva, a darnos unos consejos sobre cómo destapar unos abusos sexuales infantiles, cómo tratar al niño abusado, y cómo intentar prevenir el abuso. Para ello es relevante contestar a una pregunta: ¿El/la niño/a se siente siempre víctima del abuso? Y digo que responder a esta pregunta es relevante dada la tamaña cantidad de niños/as (sobretodo preadolescentes, infantes) que no se sienten víctimas del abuso, sino lo que es peor, cómplices de dicha conducta. En efecto, el/la niño/a suele sentirse culpable, coautor/a de una cosa mal hecha. “Por eso –comenta Vicki Bernadet- lo intenta esconder. Por eso, si se descubre todo, el/la niño/a no se siente liberado, sino pillado/a. Y por eso, muchas veces, cuando el abusado intenta poner distancia y resistencia, el abusador lo amenaza con contarlo para que sus padres lo echen de casa o para que a su mamá le dé un infarto y se muera”.
Ante esta situación, al niño/a muchas veces sólo le queda una salida: aprender a vivir con los abusos. Cuando Vicki Bernadet nos ha sorprendido con la pregunta sobre si habíamos padecido abusos en algún momento de nuestras vidas, casi todos/as hemos respondido negativamente sin pensarlo más de dos segundos. No hemos deparado en la cantidad de veces que nos hemos visto injustamente sometidos, porque al fin y al cabo aprendemos a vivir con ello, a normalizarlo para poder vivir de una forma más tranquila. En efecto, eso es precisamente lo que los niños/as, en su mayoría, hacen: normalizan los abusos sexuales, como si dicha normalización fuera, a su vez y valga la redundancia, normal. Como si fuera la única forma de evitar que algo de consecuencias tan horribles destroce sus vidas (muchos de ellos ni siquiera consideran la posibilidad de contárselo a alguien, dada la posición de cómplice que creen tener, y dada también la cercanía del abusador, que suele ser del entorno familiar). Los abusos son como un plato de lo que a un niño no le gusta y que éste debe comerse para evitar más problemas. Para él llega a ser algo normal que se le obligue a comer ese plato.
¿Cómo ayudar al niño a ser más fuerte para poner trampas al abuso?
No hace falta tener conocimiento de un caso cercano de abusos sexuales infantiles para advertir las graves consecuencias que éstos tienen para un niño. Por ello, hay ciertos puntos referentes a cómo intentar evitar que un niño caiga fácilmente en la telaraña del silencioso abuso, cuya cita creo importante, así como también lo ha creído Vicki Bernadet hoy frente a todos nosotros:
- Si algo hay que podemos hacer de antemano es enseñar a un/a niño/a a decir NO. La negativa de un/a niño/a suele identificarse con la mala educación, con malos modales. Al niño/a no se le enseña a decir que no, sino que se le instruye para someterse a la voluntad del adulto. Da igual que el/la niño/a esté un día enfadado/a, o triste, o cansado/a: el término “no” es poco respetable en su lista de palabras. Sin embargo, tan cierto es esto como que los/las niños/as tienen sus propios derechos. Y no es cuestión de hacer demagogia sobre esto, o preguntarse si es que “al final va a ser que los/las niños/as van a poder hacer lo que les venga en gana”. No. La cuestión es que un/a niño/a tiene derecho a la intimidad de su cuerpo, y es por ello que mientras que a unos/as no les importa que su mamá o su papá les ponga a hacer sus necesidades en un parque delante de los ojos de decenas de personas desconocidas, otros sentirán vergüenza y tendrán derecho a solicitar un sitio algo más privado (aunque la mamá o papá de turno tenga que gastarse 1’5€ en un café o en un paquete de chicles), mientras que unos/as adorarán bañarse con su papá o con su mamá, otros/as preferirán hacerlo privadamente (incluso aprendiendo a bañarse solos más rápido).
- Algo que mantiene íntima relación con lo anterior es cómo se enseña al niño/a que la educación y el contacto carnal son piezas de un mismo elemento. Y es que algo tan arraigado en nuestra sociedad como los dos besos de saludo y de despedida no pueden escaparse a la lista de cosas que debe enseñársele a un/a niño/a. “Hay niños/as – comenta Vicki Bernadet- que van a visitar a su abuelo a una residencia y tienen que dar besos a todas las personas que hay en la sala. A personas que, por su aspecto, o por su deterioro, quizás ni siquiera nosotros se los daríamos” Sin embargo, ¿qué pensarían ustedes si les digo que una gran cantidad de abusos sexuales empiezan por los besos? Es necesario enseñar a un/a niño/a a tener respeto, pero debemos separar la educación del contacto carnal. Un/a niño/a, al igual que un adulto, puede querer o no querer dar besos. Sin embargo, al niño no se le enseña algún otro tipo de saludo (como dar la mano, como decir “buenos días señor”, etc). “Recuerdo que una vez me explicaron –nos cuenta Vicki Bernadet- el caso de una niña, hija de una conocida de una amiga mía. Un día paseaba con su madre y se encontraron a una señora, conocida de la madre. La señora le pidió a la niña que le diera dos besos, y la niña, que no quería, dijo que no le quedaban besos, que se le habían acabado”.
- Todos/as en la infancia tenemos el deseo de realizar solos/as la mayor cantidad posible de actividades o ejercicios. Necesitamos sentirnos autónomos/as, autosuficientes en muchos aspectos. Apenas al año de nacer necesitamos aprender a desplazarnos solos/as; con cinco años queremos atarnos el calzado como hace ya algún amiguito; con diez sentimos la necesidad de no ir acompañados/as al colegio con nuestros/as ascendientes, y así un largo etcétera. “Un/a niño/a autosuficiente es un niño más seguro de sí mismo, y la seguridad es una barrera más que puede ponerse frente a la posibilidad de que existan abusos.”, comenta Vicki Bernadet.
¿Qué hacer frente a un/a niño/a abusado/a?
Muchas veces los abusos no son detectados por una confesión del niño/a, sino que se llega a la conclusión de que éste/a está siendo sometido/a a abusos por su conducta, por el bajo rendimiento escolar, por informes psicológicos, etc.
Aun hace mucho más difícil que el/la niño/a se atreva a hablarlo el hecho de que el abusador sea mayoritariamente alguien de su más cercano entorno (en un 30% de ocasiones su propio padre). Los miedos corroen la mente del infante: la posibilidad de que sus progenitores se separen por su culpa; de que su mamá caiga en depresión, o de que metan a su papá en la cárcel (debemos tener en cuenta que el niño, casi siempre inconsciente de que los abusos sean algo “tan malo”, siguen queriendo a su padre, aun cuando éste es un abusador).
Pero otras veces (aunque no son la mayoría) un/a niño/a se acerca a una persona de confianza para contarle lo que está sucediendo. En ocasiones por propia iniciativa, y en otras como consecuencia de ciertas sospechas desde el entorno familiar y educativo. El/la niño/a puede sentir que no le gusta lo que le hace esa persona, que no quiere seguir con ello. Un/a niño/a, como un adulto, puede explotar, puede necesitar desahogarse. ¿Y qué es importante tener en cuenta cuando esto sucede?
- En primer lugar, NUNCA se prometerá al/la niño/a que no volverá a suceder, porque lo cierto es que hay muchas posibilidades de que eso no sea así y el/la niño/a podría sentirse traicionado/a. Se le prometerá que se hará lo posible para que todo cambie, pero se le hará comprender que aun tiene que aguantar un poco más.
- Es importante no mostrarse nervioso ante el/la niño/a. Él ha decidido contártelo a ti porque confía en ti, y tú debes responder a la confianza que él te otorga ofreciéndole serenidad, tranquilidad, seguridad. “Luego –dice Vicki Bernadet- ya llorarás por las esquinas, pero con el niño mantén las formas, un tono de voz tranquilo, porque es lo que él necesita”.
- Debemos demostrarle al/la niño/a que nos sentimos plenamente orgullosos/as de que “él o ella nos quiera tanto como para contarnos algo tan sumamente importante”. El /la niño/a debe sentir que no se ha equivocado al contártelo a ti, porque tú vas a ser la persona más adecuada para ayudarle.
- Es importante no hacer preguntas al niño/a sobre lo sucedido. Debemos dejar que él/ella nos cuente lo que quiera, hasta donde él/ella crea oportuno. Hay varias razones para pensar esto:
• La víctima nunca debe sentirse obligada, presionada a contar lo que no quiera contar.
• Se ha llegado a contar que una persona abusada ha tenido que repetir los hechos hasta 4 veces durante el proceso penal. Ello, como es obvio, constituye un elemento escabroso para una víctima que ha padecido abusos sexuales.
• El abuso sexual constituye un delito, y la justicia es muy sensible. Dicho de otra forma, el hecho de que se le hagan muchas preguntas a la víctima, y que ésta sea llevada a diversos profesionales independientes al proceso penal (no se equivoquen: es probable que los informes psicológicos realizados por psicólogos privados no constituyan material probatorio alguno) podría hacer pensar al juzgador que el/la niño/a ha caído en una inducción, lo cual, como es lógico, agravaría la posición de la víctima.
Llegados a este punto, y después de una charla que, no pareciéndolo, ya ha llegado a las dos horas, Vicki Bernadet acaba su taller informándonos de que no hay perfil de abusador en cuanto a personalidad. Lo único que las estadísticas muestran es que un 98% de abusos se producen por parte de hombres, frente a un 2%, que se producen por parte de mujeres (otro dato es que de las víctimas abusadas, sólo los hombres adoptan con el tiempo el papel de abusador, y no las mujeres).
• La víctima nunca debe sentirse obligada, presionada a contar lo que no quiera contar.
• Se ha llegado a contar que una persona abusada ha tenido que repetir los hechos hasta 4 veces durante el proceso penal. Ello, como es obvio, constituye un elemento escabroso para una víctima que ha padecido abusos sexuales.
• El abuso sexual constituye un delito, y la justicia es muy sensible. Dicho de otra forma, el hecho de que se le hagan muchas preguntas a la víctima, y que ésta sea llevada a diversos profesionales independientes al proceso penal (no se equivoquen: es probable que los informes psicológicos realizados por psicólogos privados no constituyan material probatorio alguno) podría hacer pensar al juzgador que el/la niño/a ha caído en una inducción, lo cual, como es lógico, agravaría la posición de la víctima.
Llegados a este punto, y después de una charla que, no pareciéndolo, ya ha llegado a las dos horas, Vicki Bernadet acaba su taller informándonos de que no hay perfil de abusador en cuanto a personalidad. Lo único que las estadísticas muestran es que un 98% de abusos se producen por parte de hombres, frente a un 2%, que se producen por parte de mujeres (otro dato es que de las víctimas abusadas, sólo los hombres adoptan con el tiempo el papel de abusador, y no las mujeres).
He aquí nuevamente el problema de género: la mayor parte de presos son hombres; la mayor parte de toxicómanos son hombres; la mayor parte de accidentes laborales y de tráfico tienen como protagonistas a los hombres, etc. Y con todo esto, ¿Aun hay gente que sigue pensando que no nos hace falta cambiar? ¿Aun hay hombres que siguen pensando que todo esto es algo que no nos incumbe?
Al fin y al cabo, los abusos sexuales infantiles son una muestra más del daño que la masculinidad tradicional nos hace a todos/as.
Hola amigo;
ResponderEliminarHe visto tu blog en los premios de 20 minutos, te invito a que te pases por el mio...
Mucha suerte.
Saludos