martes, 25 de mayo de 2010


Un día, un mayor le dijo que no resultaba fácil pensar con la cabeza al tiempo que sentir con el corazón, o viceversa, pues ello creaba severos conflictos internos.


Sin embargo, él siempre creyó que lo realmente difícil era sentir con la cabeza y pensar con el corazón. Y tanta era su dificultad que ni siquiera existía oportunidad alguna para que ello creara un conflicto interno. El conflicto, sencillamente, se encontraba en el aire de la máxima, en la aparente artificiosidad de encajar el sentimiento desde el raciocinio, y el raciocinio desde el latido, desde el impulso.


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Imagen: Entre la razón y el corazó, César Ruiz Cureño.

lunes, 24 de mayo de 2010

Sueño y Tiempo


Una vez, cuando tenía diez años, tuve un sueño algo peculiar. En él parecía ser el acabose de la tarde de un invierno frío, y ya empezaba a oscurecer. Yo me encontraba frente a la entrada de un cementerio con los ojos clavados en los enormes barrotes oxidados con que la pesada puerta parecía estar forjada. Aun recuerdo con claridad aquel color rojizo de las barras y el fuerte olor que el orín desprendía. Me acerqué a esa puerta e intentando evitar aquel fetor conteniendo la respiración comprobé que no se hallaba cerrada, de manera que decidí entrar. Sin embargo, aun no había realizado el primer empuje para cruzar el portal cuando éste se cerró de golpe, prohibiéndome realizar aquello que mi inconsciente voluntad me alentaba a hacer. Entonces me di la vuelta para alejarme de allí (probablemente un crío de diez años en aquella situación sólo tendría la intención de volver a casa), pero cuando alcé la vista de nuevo advertí que me encontraba dentro de aquel cementerio en el que apenas diez segundos atrás no había podido adentrarme. Me resultaba difícil de creer, pero parecía tener algo que hacer que me impedía detenerme a pensar en cómo había ocurrido aquello. Así que caminé y caminé hasta llegar a parar a una tumba en cuya lápida podía leerse el nombre de mi abuelo (que por aquel entonces aun vivía) y cuyo epitafio versaba “Baila sobre mi tumba, como el tiempo bailará sobre tu tumba, como el viento erosiona la peña, que por éste y aquél se derrumba”. Para mi sorpresa (cuando desperté) aquella figura que representaba ser yo mismo se descalzó con alegría y empezó a bailar con energía, con desahogo, con satisfacción…


Setenta años después acabé comprendiendo aquel sueño. Sólo cuando noté ciertas pisadas de huella anónima sobre mi espalda entendí que yo bailaba sobre aquella tumba como bailan los jóvenes segundos por un reloj clásico, o como lo hace, en definitiva, el tiempo sobre nuestras vidas.
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Imagen: Cementerio, Juan José Crespo

miércoles, 5 de mayo de 2010

Colores


El Sol radiaba, rabiaba. Su majestuoso color anaranjado se antojaba enérgico, y la difuminación de éste con el blanco azulado, azul ablancado de las nubes, convertía el paisaje en la misticidad del Mundo, en la mesticidad de sensaciones.


Brotaba el verde por doquier, y saliendo yo a olerlo, a tocarlo, a regocijarme en su vistosidad orgásmicoplacentera, me sentí verde yo también. Sentí los pinceles pintándome de trazos rápidos y plagados de entusiasmo al son del ritmo de mis caderas, cuyo movimiento no era más que la materialización del vaivén de mi vida, la encarnación del sin parar de mis emociones.
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Primera imagen: La foia de Castalla, de Guillermo Durá Gisbert.