domingo, 1 de marzo de 2015

Verte desnuda


 
 
Me gusta verte desnuda porque imagino en tu cuerpo la línea que mis manos dibujarían desde tu esternón hasta tu ombligo; porque te conviertes en el mapa de mis lugares preferidos; en ese paraíso privado en el que viviría ignorando todo lo demás. Me gusta verte desnuda porque en cada una de tus perfectas imperfecciones me convierto en el imperfecto más perfecto del mundo; porque un solo roce entre mi lengua y cualquiera de tus labios es suficiente para parar el tiempo. Me gusta verte desnuda y capturar a cada parpadeo la esencia de ese instante, y retenerte así en mi mente para cada vez que te pienso y te deseo, para cada vez que me recuerdo a mí mismo cuánta culpa tienes de la rabia con la que te quiero. Me gusta verte desnuda porque cuando tú lo estás, lo estamos los dos; porque cuando no hay ropa cubriéndote, es mi cuerpo con mis brazos, mi pecho, y mis piernas quien te rodea; porque cuando la luz quisiera apagarse en tus vértices oscuros, es mi sexo el que se adentra en el tuyo, y tu boca la que choca con la mía, y tus gemidos los que se ahogan en mis gemidos. Me gusta verte desnuda porque en tu desnudez mi cordura quiere volverse loca y mi vergüenza quiere hundir sus dedos en tus glúteos hasta enrojecerlos. Me gusta verte desnuda, porque es entonces cuando más te pareces a ti misma, cuando logro entender que solo te necesito a ti, sin nada más, para que todo merezca la pena.
 
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Ilustración: Chica leyendo libro, de Nina Surina

viernes, 16 de enero de 2015

¿A qué hueles?


 
 
Hueles a unas tres de la mañana,

hueles a un sueño profundo

y hueles a mi mundo,

aquel en el que te imagino

a mi lado tumbada,

con los ojos escondidos,

y ese dibujo en tu cara

de una imagen inocente,

del ligero susurro

frágil y leve

del que cuelga una nana.

 

 

Hueles, y me hueles a todo,

hueles a un pijama desnudo,

y a una noche estrellada

de pensamientos pervertidos

y encuentros nocturnos

de dos bocas adormiladas

que en medio de la nada

se pierden en los gemidos

con los que encuentran su rumbo.

 

 

Hueles a la locura de un flechazo,

a un beso íntimo de dos personas

que actúan escondidas y solas

en medio de todo el mundo.

Hueles a ese amor desesperado

que no necesita prólogos ni codas,

ni versiones, ni mejoras,

ni "peros", ni "aunques", ni trucos.

 



Todo huele a ti si te pierdes,

y hueles a todo a mi lado.

"¿A qué huelo?", preguntas,

y no sé responderte.

Quizás huelas a que te quiero,

a que te quiero demasiado...