sábado, 14 de junio de 2014

Una y otra vez



Siempre, una y otra vez,
voy a ir a buscarte
aunque ya te haya encontrado,
porque siempre, una y otra vez,
serás una "tú" diferente
a quien sorprender diez mil veces
y a quien dar diez mil abrazos.

Siempre, una y otra vez,
te haré sentir importante
por esos pequeños detalles
de grandes significados.
Y siempre, una y otra vez,
serás esa primera cita
en que, entre miradas furtivas,
mis manos busquen a tus manos.



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Imagen: Abrazo 01 - Un momento de ternura de Montse Almonacid Cebrian (www.artelista.com)

martes, 8 de abril de 2014

Tú por las mañanas



Eres el suspiro
que se despierta tímido
a las ocho de la mañana
de un día cualquiera.
Eres una mejilla
que entre vuelta y vuelta
se pega a la sábana,
como el vaho a la ventana
de una habitación friolera.


Eres la manta por el suelo
y esa mano fría como el hielo
que de forma traicionera
introduces por mi espalda.
Eres mi mordisco en tu cuello
y ese fracasado intento
de hacer ver que te cabreas
mientras saboreo mi venganza.


Eres el café que nos espera
hirviendo sobre el fuego
cuando libramos nuestra guerra
con cojines como armas.
Eres el despertador que suena
más de lo que recuerdo
mientras nos robamos algún beso
entre bostezos y legañas.


Eres el puñado de cereales
de aquella marca que te gusta
junto a una tostada
untada a medias.
Eres los dibujos
de la camiseta del pijama
que te escondo bajo la almohada
mientras tú te tapas y me pegas.


Eres el sonido
del agua cayendo,
de la lluvia en nuestros cuerpos,
de nuestros cuerpos en la ducha.
Eres mis manos
despeinando tu pelo,
y ese "me encantas" que te chillo
desde la otra punta del pasillo
cuando nadie más me escucha.


Eres dos abrigos en la silla
y dos pares de zapatos
que cansados de esperarnos
se han dormido tras la puerta.
Eres esa falsa prisa
de dos tontos algo enamorados
que después de hacer la cama
se desnudan y se acuestan.


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Ilustración: Café hirviendo, La Mairei, www.maireiportfoli.blogspot.com 

lunes, 3 de febrero de 2014

Despedidas



Él quisiera haber estado ahí, frente a ti, perdiéndose en tu mirada una vez más y dejándose llevar por el deseo casi instintivo de rozar tu mejilla con sus nudillos. Quisiera haberte quitado la maleta de las manos con una broma tonta, y haber caminado de un lado a otro contigo en busca del maldito mostrador de facturación. Quisiera haberte visto fruncir el ceño y dibujar esa pequeña mueca irónica y cariñosa capaz de colarse por cualquier hueco entre una maraña de emociones desordenadas.

Él quisiera haberse sentado a tu lado frente a un monitor a la espera de noticias sobre tu vuelo, y haber sentido tu cabeza sobre su hombro y tu  melena rubia deslizándose suavemente sobre su brazo. Quisiera haber vuelto a inspirar profundamente el olor de tu pelo sin que te dieras cuenta y haber jugado a enredarse entre tus dedos casi como un adolescente. Quisiera haberte notado nerviosa por el movimiento permanente de tus piernas o por pillarte llevándote una uña a la boca, y quisiera haberte apretado entonces la mano con intensidad para decirte que él está contigo, que quiere estar contigo.

Él quisiera haberte contado un par de tonterías que te hicieran olvidar por un momento que precisamente, era tan solo un momento lo que os quedaba antes de que te alejaras hacia la puerta de embarque. Quisiera haberte acariciado el cuello, reteniendo una pizca de la calidez de tu piel blanquecina y de tu olor dulce a perfume. Quisiera haberte susurrado que le encantas, pero que es un secreto que no puedes contar a nadie. Quisiera haberte agarrado por la barbilla y haber levantado tiernamente tu cabeza hasta toparse con tus ojos, y haberse estrellado contra tu mirada como se estrella la lluvia contra un cristal empañado. Quisiera haberse quedado así horas y horas; haber dado al botón del pause y haber eternizado justo ese momento en que no hay palabra más necesaria que el silencio ni cosa más innecesaria que una palabra.

Él quisiera haber oído junto a ti el anuncio de tu vuelo por megafonía y haberse fundido contigo en el ardor de aquellos abrazos capaces de deshacer la impotencia y la rabia como si fueran cubitos de hielo. Quisiera haberte empujado hacia su pecho y haber obligado a vuestras bombas rojas a coordinar sus latidos para evitar una explosión. Quisiera haberte besado intensamente como si en unos segundos todo fuera a acabarse, y haber notado por última vez tus labios apretados contra los suyos esperando a que el telón bajara y los focos se apagaran. Quisiera haberte observado arrastrando tu equipaje de mano más allá del control de seguridad, y haber leído en tus labios, ya en la distancia, una de aquellas últimas frases de despedida que erizan el vello hasta doler. Quisiera haber visto desdibujarse tu silueta y poner como excusa la lejanía, mientras sus ojos se entelaran hasta tener que parpadear como un estúpido para poder vislumbrar lo último que quedara de ti tras las cristaleras.

Él quisiera haberse dado entonces la vuelta hacia la puerta de salida preguntándose si estaría dejando de actuar por una razón para empezar a actuar por una persona. Y sin saber responderse, quisiera haber salido de allí con una de aquellas sonrisas que solo un tipo de sentimiento es capaz de provocar. Una de aquellas sonrisas que solo aparece en ocasiones, cuando hay alguien por quien debe aparecer… 


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Imagen: Comiat, de La Mairei, www.maireiportfoli.blogspot.com