jueves, 7 de enero de 2010

Ensayo de un diálogo estúpido 1

- ¿Cómo se llama?
- Me llamo Enrique.
- Hola Enrique, yo soy Adela.
- Gracias por su ofrenda, pero nadie le ha preguntado.

Adela se pone nerviosa. Sus mofletes se enrojecen. Siente un puñal en la espalda, pero siente también la necesidad de disimular. Tiene que aguantar el tipo.

- Bien… Pensé que en una presentación no es indispensable que a quien te diriges te pregunte tu nombre… En todo caso, como veo que no le interesaba saberlo, puedo rebobinar el día hasta hace dos minutos y medio. De esa manera tendrá la oportunidad de despojar de su mente mi nombre y el malestar que yole haya podido provocar.
- Santa Rita, Rita, Rita, lo que se da no se quita…
- Bien, hábleme de usted… ¿Qué le ha hecho venir aquí?
- Lo cierto es que usted debería de saberlo, señorita. ¿No es su profesión?
- Mi profesión implica que usted esté aquí, pero no que yo deba saber las razones que tiene para estar aquí.
- Bueno, esa es su opinión. Yo podría decir entonces que su profesión implica que yo esté aquí para que usted misma encuentre las razones por las que estoy. Para eso ha hecho usted una carrera, ¿no? Para dar respuestas a alguien como yo.

Adela tiene apoyados sus codos en sus piernas, y nota que sus manos empiezan a sudar. Está perdiendo el control de la situación, y debe recuperarlo. ¿Debe echarlo de allí? No sería la mejor opción, habida cuenta que de esa forma firmaría su propia claudicación.

- Sí, Enrique, yo voy a intentar darle respuestas. Recuerde que su visita aquí puede no tener el final que usted espera. Sin embargo le digo que intentaré que no sea así.
- ¿Disculpe? ¿Qué me ha dicho que intentará?
- Le he dicho que intentaré que las respuestas que usted obtenga aquí sean las que usted espera.
- Por lo que, si yo, pesimista como mi madre me parió, espero que usted me diga que mañana los análisis van a rebelar que tengo un cáncer, ¿va a poner usted todo su empeño en decírmelo?
- Vaya, Enrique, no sé si es usted un pesimista o no, pero si las palabras fueran de hierro, estoy segura de que sería usted un buen herrero. Obviamente usted no está aquí para que yo le diga que mañana unos supuestos análisis van a ponerle dentro de las estadísticas de hombres con cáncer del 2010. Para eso usted debería acudir a un vidente. Está usted aquí para encontrar otro tipo de respuestas que, supongo, le serán necesarias.
- Querrá decir que nos serán necesarias. Recuerde los honorarios y su alteración.
- Mire, si en lo que usted piensa es en que mientras yo trabajo en un caso sólo estoy pensando en mi honorarios, está muy equivocado. De hecho, he rechazado casos muy gustosos económicamente porque no me veía capaz de dar una respuesta a ellos.
- Pero el hecho de decir que “no sólo está pensando en los honorarios” ya implica por defecto que una de las cosas en las que piensa es en ellos.

Adela duda. Enrique tiene razón. Todos pensamos en el dinero.

- Bueno… Sí, es en una de las cosas en las que pienso. ¿Pero quién no piensa en los beneficios cuando ejerce su profesión?
- ¿Quiere decir entonces que la única manera en que es posible no pensar en dinero es no trabajando?
- Esa pregunta insinuante no le lleva a camino lógico alguno. Diría yo, Enrique, que quien no trabaja piensa más aun en el dinero. Para concretar un poco: en el dinero que le falta. Sin embargo, no sé por qué usted y yo estamos hablando sobre cosas que nacen de mi opinión, cuando quien tiene que opinar, hablar y reflexionar es usted.
- Y usted, señorita, ¿Qué tiene que hacer entonces? ¿A caso le pago para que encima el único que hable sea yo?
- Que yo sepa, a mí nadie me paga por hablar. De hecho, he solucionado casos sin casi tener que hablar con el cliente. Muchas veces basta con que sea únicamente el que se sienta en ese sillón en el que usted está el que hable. Es más importante, para mí, escuchar que hablar en estos casos. Incluso la solución final la podría dar sin hablar. Me bastaría darle un escrito.
- No se enrolle. ¿No dice que soy yo el que tiene que hablar?

Adela no puede más. ¿Hasta dónde tiene que llegar su profesionalidad y sus modales? Está a punto de levantarse del sillón, pero se contiene. ¿Quieres guerra? La vas a tener.
Adela se le queda mirando. No es guapo en absoluto. De repente se imagina que es virgen, y que en realidad ese es su problema. Le entra la risa, y se le escapa una carcajada. Él se sorprende primero, y se sonroja después. ¡Ya está! ¡No le ha gustado que se ría de él!

- Perdone, Enrique, ¿es usted virgen?

El color de su cara se transforma en rojo tomate. Tartamudea frases tales como “¡Pero usted qué dice!”, “¡Cómo se atreve!”, “¡Debería darle vergüenza!”, y ella sigue riéndose hasta llorar. No puede evitarlo. Por primera vez ha sentido el sabor de la venganza con un cliente.

- ¿Le parece a usted normal hacer esa clase de preguntas, y utilizar ese tono de burla?
- Lo que no me parece normal, con todos mis respetos, es que usted no haya probado aun los placeres del sexo.
- ¿Y qué más da que no lo haya hecho?
- ¿No está usted aquí por eso?
- No.
- Está bien. Pues vayamos a sus otros problemas.

7 comentarios:

  1. Hola, Jorge, voy a leer ahora la parte 8 de tu historia de la prostituta, pero antes he abierto boca con estos diálogos mordaces y punzantes y me has hecho esbozar una sonrisa. Desde luego que está muy ingenioso y bien escrito, tienes madera de escritor,sin duda. Un besito.

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  2. Un ensayo muy bien conseguido. Esperando continuación.

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  3. Como se puede preguntar “es usted virgen”

    Un Beso Jorge

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  4. Hola África. Bueno, pues esa pregunta es muy fácilde contestar... Sólo hace falta que leas el título de la actualización jeje.
    Ya sé que no es una pregunta muy normal,y que este diálogo carece de sentido... Sin embargo, mucha gente pensará que los cuadros de Pollock tampoco tienen mucho sentido... y andan colgados por los museos jejejeje


    Un saludo compañera!;)

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  5. Hola Jorge hace mucho tiempo que no escribes nada, ¿Estas Bien ¿?

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  6. Sobre este ensayo estúpido: ingenioso, agudo y responde a lo que pretendías; estúpido. Me he reido, por supuesto. Lo de santa rita rita... genial, queda encajado de lujo. El juego palabra-hierro-herrero, muy logrado.
    Pero, tienes un verdadero problema; se nos ha hecho corto y queremos seguir leyendo. TE FELICITO.

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  7. Muchas gracias José Manuel. Tal y como digo en mi "post/comunicado", pronto estaré por aquí de nuevo haciendo de las mías.

    Gracias compañero

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